Aquella benemérita Sociedad se constituyó el 11 de mayo de 1887 para prestar auxilio a las embarcaciones en peligro de naufragar y coadyuvar al salvamento de náufragos. Aunque fue mucho más, y no me refiero solo a aquellas tertulias, que hicieron también de ella una suerte de casinillo, y que le dieron el nombre popular, sino a que, desde una pequeña caseta, ampliada más tarde con un penduz, que después se cubrió, y con un pequeño presupuesto, veló por los pescadores y por toda la gente de Llanes, recompensó a las personas que participaban en los rescates de los naufragios, además de luchar sin descanso por las obras del puerto y la ría.
Siempre me he preguntando cómo la simpática y entusiasta Sociedad fue capaz de desarrollar tal cantidad de cosas con cuotas tan reducidas, incluso llegó a comprar una lancha, “ Villa de Llanes”, que luego sustituyó por un buque salvavidas insumergible llamado “Marquesa de Reinosa”.
Estoy segura, y no creo exagerar, que no hay quien no tenga buenos recuerdos de la Tijerina. A mí no se me ha olvidado que de cría, como a muchos niños de la Villa, me fascinaba mirar por el catalejo que, ubicado en el observatorio acristalado por tres lados de la planta superior, hacía la magia de acercar lo que estaba lejos, de descubrir barcos en el horizonte. Aquel hermoso anteojo, como lo calificaba el acta de la sociedad de 1917, tras cesión del Ayuntamiento, ha cumplido cien años en el mejor lugar donde podía estar ahora: La Cofradía de Pescadores Santa Ana, sucesora moral de la Sociedad de Salvamento.
Otro objeto inolvidable de la Tijerina es el cuadro del naufragio, óleo sobre tela de grandes dimensiones y cargado de dramatismo, al que solo le falta el sonido, el estruendo de la tempestad. Esta pintura se exhibe en el salón de actos de la Casa de Cultura. Peor suerte corrieron el retrato de S.M. Alfonso XIII, desaparecido, y el cuadro donado por Porfirio Díaz, en manos privadas, que presidían el salón de actos.
A partir de la década de los sesenta, con la evolución de la tecnología de salvamento, los cañones lanzacabos y los clásicos salvavidas perdieron su utilidad, y la institución fue decayendo.
A finales de siglo pasado, la Sociedad cedió el edificio a la Cruz Roja, que lo ocupó hasta el traslado a sus nuevas instalaciones en la Moría.
Maiche Perela Beaumont
Fotografía:Valentín Orejas
Content retrieved from: http://www.diariodeloriente.es/2017/02/18/20783/.
0 comentarios