Nicolás García García se trasladó a México, junto a sus hermanos Manuel y Juan, donde cimentó un imperio económico, dedicándose a la industria textil del algodón y a inversiones inmobiliarias en la ciudad de Puebla de los Ángeles.
Asimismo, fue un destacado miembro de la boyante colonia asturiana en esa ciudad mejicana.
Allí, se casó con Concepción Valverde, que aunque no era de origen asturiano, su familia formaba parte de la colonia española, y fruto de aquel matrimonio nacieron dos hijos, Eduardo y Concepción.
Nicolás murió prematuramente en 1896, siendo su hermano Manuel quien se hizo cargo de sus hijos, que apenas llegaban a los cinco años de edad.
Los hermanos García Valverde pasaban los veranos en Villa Flora, mansión que su tutor había construido en la calle Pidal de Llanes, siendo en dicha casa el lugar de celebración de la boda de Concepción, que contrajo matrimonio con José Manuel Cánovas Chorlet.
Eduardo, que junto a su hermana, había heredado una gran fortuna, se decía que todas las casas de la calle Miradores de Puebla eran de su propiedad, estudió en los mejores colegios y llevó una vida muy cosmopolita, afincándose en San Sebastián.
Así, recogió “El Oriente de Asturias” una de sus múltiples aficiones:
“Tenemos entendido que el joven don Eduardo García Valverde, está haciendo en París grandes progresos en el arte de la aviación, y, según se dice, acaso en el verano próximo realice aquí el referido joven magníficos vuelos”.
En el año 1926, construyó su casa de campo con vistas al mar, junto al Paseo de San Pedro de Llanes, siguiendo el modelo de vivienda que veía en sus viajes por el país vasco-francés. Eduardo admiraba y había leído las obras de Louis Colas, profesor del Liceo de Bayona, con el que se puso en contacto, el cual le indicó que se dirigiera al arquitecto Jean Soupre, que le envía documentación sobre un caserío de Bayona. La construcción de la hermosa casa la ejecuta el maestro de obras local Ángel Oves.
Eduardo se casó con Josefina Martínez, la cual falleció prematuramente en San Sebastían el día 9 de abril de 1930, dejando huérfanos de madre a dos niños pequeños, Eduardo y José.
La que conocimos por “La Casa de Lalito” y más tarde como “La Casa de Uca”, llamó siempre la atención por no ser habitual en Llanes esa tendencia arquitectónica. En ella destacan, además de los colores que alternan el blanco y el rojo, las innumerables ventanas de distintos tamaños y puertas de arco, miradores, corredores, balcones y galerías, que tal parece que juegan a las cuatro esquinas.
La propiedad se mantuvo en la familia hasta hace muy poco.
Fuente, “El Oriente de Asturias”
Imágenes, Valentín Orejas
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