Recorriendo el Camín Encantáu, he pasado en varias ocasiones por delante de esa casa de Palaciu pintada de blanco y con los recercados grises, sin fijarrme apenas en ella, seguramente por llevar ya varios kilómetros siguiendo los pasos de esos curiosos seres mitológicos que invitan a respetar la Naturaleza.
Solo reparé en esa suerte de palacete, hoy convertido en hotel, de forma casi cuadrada, muros de piedra, cubierta a cuatro aguas, galerías de madera y cristal apoyadas sobre columnas de fundición y pequeña terraza, en la que apetece sentarse a tomar el sol, cuando al escribir sobre Riocaliente salió a relucir.
Así, me enteré de que era conocida como “La casa del médico”, que se construyó en 1916 por unos albañiles de Nueva a los que apodaban “los Verdes”, y que fue un regalo de boda que recibió Rafael Bulnes de su tío, José Bulnes, propietario del Entregual, mansión a orillas de río Tejo a su paso por el pueblo de los hórreos, el cual emigró a México e hizo fortuna en el negocio familiar de maderas.
También, supe que el indiano maderero había pagado los estudios de medicina al hijo de su hermano, el cual fue nada menos que alumno y discípulo de un premio nobel: Santiago Ramón y Cajal.
Asimismo, tuve conocimiento de que Rafael Bulnes se casó con su prima Rosa Villanueva y que tuvo seis hijos, cinco hombres, Luis, Rafael, José, Enrique y Jesús, y una mujer, Rosita, y que ejerció toda su vida de médico en Ardisana, siendo muy querido y valorado por los vecinos, lo mismo que su hijo Luis, que siguió la vocación de su padre y practicó también la medicina en ese valle.
Incluso me contaron que otro de los hijos, el que llevaba el nombre de su padre, Rafael, fue secuestrado y asesinado en el año 1946 por un maqui, y que ninguno de los hermanos Bulnes contrajo matrimonio, a no ser, el más joven, Jesús, que se casó, en la residencia donde vivía, a la edad de 82 años.
Y no puedo acabar estas líneas sin recoger que en el campo de la iglesia de Santa Eulalia, que figura ya citada en una cédula dada por el Rey Ramiro en el año 926, y a la que se sube por un camino empedrado desde Palaciu, levantaron, en el año 1973, los vecinos del valle de Ardisana un monumento en homenaje a Luis Bulnes, fallecido un año antes, a su padre y en suma a todos aquellos médicos rurales de disponibilidad permanente, que asistían a los enfermos tanto de noche como de día, permaneciendo en la cabecera del paciente, que cobraban, cuando lo hacían, la mayoría de las veces en especies y que casi su única satisfacción era el deber cumplido.
Imágenes, Valentín Orejas y “El Oriente de Asturias”
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