Pero esa falta de instrumental la suplía con creces el entusiasmo de su recién nombrada Junta Directiva, presidida por Francisco García Ruenes, el cual se había pasado la vida en lucha contra la mar.
Durante aquella mañana de olas imponentes, circulaba por la Villa la noticia de que cinco lanchas vizcaínas estaban en peligro y pretendían llegar al puerto, razón por la cual todo Llanes se precipitó a San Antón y al Faro.
A la orden de Don Francisco se lanzó un cabo de San Antón a la Punta del Caballo, colocando en aquella banda unos hombres para cambiar, según conviniera, el cabo de este a oeste.
Además, salió a la Barra la lancha ““Magdalena” con los mejores remeros, logrando que al mediodía, entre remolinos de espuma, entrara la primera embarcación, aguardando otras tres frente a la Medía Luna.
A la quinta le fue más difícil, ya que un golpe de mar le arrancó el timón, y justamente cuando iba a estrellarse contra las rocas, el patrón, hombre experto y valeroso, agarró un remo y lo encajó en el tolete de proa, al tiempo que gritaba a sus hombres: ¡Adelante, adelante!. Y ellos remaron con todas sus fuerzas y cabalgando sobre una ola gigante consiguieron llegar a Entremuelles.
Cuando todo parecía acabado con bien, una sexta lancha se presentó a la vista, era imposible que entrara, no tuvo más remedio que optar por alejarse y esperar a la mañana siguiente. Y así, tras montar vigilancia, aquella última embarcación, con su tripulación extenuada, también logró salvarse.
Y don Francisco, que no se había acostado en toda la noche, se acercó a Entremuelles para prestar un último servicio, que no era otro que entregar al patrón una botella de ron.
Después, ambos se fundieron en un sentido abrazo.
Maiche Perela Beaumont
Imagen, Valentín Orejas
Fuente: Textos de “El Oriente de Asturias”
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