LA RECIEDUMBRE Y SOLERA DE LAS COFRADÍAS DE PESCADORES 

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El origen de las Cofradías de Pescadores hay que buscarlo diez siglos atrás y enlazarlo con la realidad social de aquella época, en la que ir a la mar ofrecía sobre todo grandes dificultades, dado los tipos de embarcaciones que se utilizaban, tan excesivamente frágiles y sin autonomía.

Aquellas circunstancias, que suponían evidentes peligros para las gentes de la mar, llevó al ánimo de los pescadores a la constitución de sociedades de socorros mutuos, y así aunar esfuerzos y prevenir riesgos. Las llamaron Cofradías por estar inspiradas en congregaciones religiosas, como la Orden del Cluny, bajo la advocación de santos determinados. Entre las más antiguas de Asturias se encuentra la de los Honrados Mareantes de San Nicolás, antecesora de la Cofradía de Pescadores Santa Ana de Llanes.

Desde aquellas primeras Cofradías, que se constituyeron bajo el reinado de Fernando I de Castilla y que se datan al inicio de la mitad del siglo XI, hasta nuestros días, estas organizaciones han sobrevivido contra viento y marea. Y, asimismo, a medida que iban incrementando el número, se agrupaban en Federaciones, tomando la denominación de “Hermandades”, y como ejemplo la primera fue la “Hermandad de las Villas de Asturias y Galicia”, formada en 1296.

Un siglo antes, Alfonso VIII estableció las condiciones para la creación de fábricas de pescado, eximiendo a los pescadores y sus cofradías de cargas fiscales. Seguidamente, Fernando III el Santo reguló la caza de ballenas y concedió a las Cofradías el privilegio de resolver los litigios que se suscitaran entre sus cofrades.

Y, así, las Cofradías fueron regulando de manera minuciosa todas las cuestiones relativas a pesquerías, relaciones de trabajo, señalizaciones marítimas pesqueras, relaciones comerciales con otras entidades y organizaciones de otros países.

A partir del siglo XVI, sufrieron una notable transformación, ya que el emperador Carlos I ordenó la disolución de algunas, respetando las que realizaran una reconocida labor social, siendo una de ellas la de San Nicolás de Llanes. No obstante, se vieron obligadas a modificar ordenanzas y a acatar cierta disciplina impuesta por Felipe II.

Al llegar el siglo XVIII, se ven afectadas por las ideas imperantes de la época y las corrientes filosóficas que se extendieron por toda Europa, unido al espíritu de lucha contra la organización gremial y todo ello a pesar de que las Cofradías de pescadores nunca habían sido instituciones herméticas, al contrario, ya que no imponían trabas al ejercicio de la profesión y se caracterizaban por un espíritu asociativo abierto y la acción asistencial.

Oficialmente, fueron disueltas por Carlos IV en 1805, pero ellas no se resignaron y continuaron su funcionamiento. Lo intentaron de nuevo con una real orden de 24 de diciembre de 1865, pero enseguida tuvieron que aclarar que ese precepto no entrañaba la desaparición de esas organizaciones de pescadores dedicadas al socorro y a ayuda de sus afiliados, sino que lo que se suprimía era la parte de su carácter religioso.

Entonces, la gran mayoría de las Cofradías se acomodaron a la nueva situación legal, transformándose en Sociedades de Mareantes o de Socorros Mutuos, pero otras mantuvieron, a pesar de todo, su tradicional denominación de Cofradías o Gremios.

En 1918, se reorganizan las viejas instituciones de pescadores y se las pasa a denominar Pósitos de Pescadores, de carácter laico y organización cooperativa, y en aras de una tutela financiera se crea la Caja de Crédito Marítimo y Pesquero, embrión del Instituto Social de la Marina.

De esa forma se mantienen hasta 1943, año en el que se restablece la denominación de Cofradía de Pescadores, otorgándoles el carácter de Corporaciones de Derecho Público y recuperando su autonomía y organización interna.

De estas pinceladas de la Historia de las Cofradías se extrae su capacidad  para permanecer a través de los siglos, la incidencia fundamental en la vida laboral del país y el mantenimiento de las tradiciones de generación en generación. Y, asimismo, han creado una reciedumbre y solera en sus gentes difícil de igualar debido a su espíritu de autonomía e independencia, además de haber demostrado su eficacia.

Y, sorprendente y equivocadamente, en Europa no se las reconoce.

Fuente: 

“El Oriente de Asturias”

 “Antiguos Mareantes de Llanes”

Imagen, Archivo Fernando Suárez Cué

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