LA TRAINERA | De Embarcación Pesquera a Icono Deportivo

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Al hablar de esta embarcación, la trainera, hablamos de una embarcación pesquera de finas “líneas de agua”, de eslora desproporcionada respecto a la manga, con quilla apenas aparente y provista de bordas peligrosamente bajas para los mares en los que trabaja.

Se diría, que más que un pesquero la trainera es un artefacto diseñado para correr bajo el impulso de 12 o 14 remos largos y delgados, tanto, que era usual ver remos de haya maciza deformados y partidos. 

Construida con maderas de pino de Aragón el forro, con roble el costillar, y que, con proa alzada, popa redonda, 12 m. de eslora, 2,50 m. de manga, y con calados entre los 60 cm. y 80 cm. y 750 kg. de peso aproximadamente, cifras estas, sorprendentemente reducidas para una embarcación que tenía que cargar con 15 o 16 hombres, además de los artes de la pesca, los pertrechos y las capturas. La capacidad de la trainera era suficiente para transportar a bordo las redes de hasta 40 brazas de longitud (70 metros aproximadamente) y 9 brazas de caída (16 metros aproximadamente), pero de tejido fino y de poco peso. Es casi imposible encontrar en toda Europa un modelo de buque pesquero de características parecidas, y que resistiera tan bien los embates de las olas del Cantábrico.

Efectivamente, el sistema de pesca al cerco, en sus acepciones de “traíña” y de “bolinche” (arte de cerco en miniatura), requería de embarcaciones muy ligeras y rápidas de maniobra, que se rentabilizaba con la abundancia de brazos existente a bordo y daba sentido al gobierno de la embarcación mediante “espadilla” o “remo patrón”, sistema mucho más ágil que con el timón de codaste convencional, el antiguamente denominado “timón a la navaresca”, o “baionesa”

Originalmente, esta embarcación, descendiente directo de los antiguos barcos vikingos, tras pasar en su evolución por la lancha ballenera, es propia de la costa cantábrica española, impulsada a remo y a veces a vela, antiguamente estaba dedicada a la pesca, y se denominaba así, porque estas embarcaciones pescaban con “traína” o “traíña”, un tipo de aparejo, que consistía en una red, o arte, extensa, muy ligera y de malla muy tupida, a veces de fondo, utilizada principalmente en la pesca de la sardina, bocarte, anchoa o alevín de chicharro y que se empleaba rodeando con ella la “manjua” (el banco o “bálamu”), de estos peces.

Para ello, y con la mar tranquila, partía la trainera desde una playa, con la traíña a bordo y dejando un chicote en tierra, y tras bogar describiendo un semicírculo, regresaban a la playa con el chicote del otro extremo del arte. Una vez ambos chicotes en tierra, se empezaba a alar de ellos recogiendo la red, que al mismo tiempo que se iba cerrando arrastraba hacia tierra los animales capturados

Por cierto, he dicho arte, porque creo que una red no es solamente un simple paño de malla, constituye un arte. Su diseño, su estructura, su disposición hacen de ella un artilugio depurado, en el que el lienzo, es solo uno de los elementos que componen su armadura. Relingas, corchos, plomos o rodetes, calones, todos estos elementos, convierten a la red en un instrumento de probada eficacia, en cuanto es este conjunto el que asegura la efectividad de la malla y facilita el manejo que requiere, tanto en su calamento como en su virado. Aparte de las boyas y arpeos que facilitan su localización y garantizan su anclaje.

El origen de la denominación de esta embarcación que nos ocupa se remonta a la palabra del latín vulgar “traginare” (arrastrar), de donde también viene trajinar, que es “llevar géneros de un sitio a otro”, o “andar y tornar de un lugar a otro con alguna ocupación”. Ahora bien, hay algunos estudiosos del tema defienden que esta palabra viene derivada del verbo “trahere” (arrastrar, tirar), basándose en su raíz indoeuropea “tragh” (tirar, arrastrar, mover).

Del vocablo latino mencionado, derivan una infinidad de verbos como pueden ser, traer, tracción, traje, trazar, atraer, contraer, sustraer, entrar, extraer y una infinidad más, siendo una muy curiosa la de tren, del francés “train” (arrastre).

Cargaba la trainera dos escuetas velas al tercio o de “pico”, armadas sobre un palo mayor de una longitud aproximada a la de la mitad de la eslora (6 metros) y ligeramente a popa de la cuaderna maestra, y muy a proa un trinquete de una longitud algo menor que la del palo mayor. La trainera, considerada como embarcación sardinera y anchoera, no pudo ser diseñada exprofeso para tal fin, antes bien, se trata de una lancha ballenera adaptada a nuevos fines (cuando esos cetáceos dejaron de visitar nuestras costas y había que practicar la navegación de gran altura para encontrarse con ellos), permitiendo entonces su camaleónica adaptabilidad, el aprovechar su ligereza que le permitía ser varada en tierra y, antes de evolucionar hacia modelos más eficientes y acordes con los estáticos artes de enmalle de deriva con los que trabajaba, los llamados “abocartes”.

El marinero de bajura y hombre de litoral, precisó desde tiempos inmemoriales el complementar la fuerza del viento, con la fuerza de sus propios brazos, para así acercarse con la mayor rapidez posible a los ansiados caladeros, antes que el resto de las lanchas de sus rivales, por lo cual comenzó a crearse una pugna entre estas lanchas de pesca, que con el paso del tiempo, devino en las hoy en día emocionantes, espectaculares y apasionantes regatas de traineras, tan características de las costas del Cantábrico.

Otro motivo del origen de estas regatas fue a lo que se le denominó en su día “la arrancada”, que consistía en, una vez las capturas a bordo, ver quien conseguía arrancar antes (salir antes) del caladero, para llegar a tierra y marcar así el precio de las capturas, pues me contaban que una vez en puerto, se veía lo que traía el primero que llegaba, pero no había entonces medios para poder saber que era, de que calidad y en qué cantidad era lo que traían los que faltaban por arribar.

La tripulación de una trainera estaba formada por aproximadamente una docena de remeros y un patrón al mando y gobierno, pero con el condicionante, de que todos estos pescadores, aun fueran de bajura, llevaban una vida errante, dejando el puerto antes del amanecer, para una agotadora jornada sin horas ni días, pendiente siempre del tiempo, nieblas, vientos y chubascos, de las mareas y de los bancos de pesca, para conseguir llenar sus cupos y vender en las villas que más cerca tuvieran.

El patrón era, generalmente, propietario de la embarcación, así como de los remos, redes y enseres de todo tipo, necesarios para la pesca. Reclutaba la tripulación con contrato verbal y apretón de manos, contratos que terminaban cuando por expresa voluntad de cualquiera de las partes lo rescindían. La retribución en las embarcaciones de remo consistía en el reparto proporcional del producto de la pesca y no en un sueldo fijo, de forma que, del total obtenido por la venta del pescado, se liquidaban los gastos producidos por la adquisición de cebo, víveres y provisiones de todo tipo, para seguidamente, y una vez detraído el 25 por ciento de las ganancias para la red y la trainera, del resto se hacían tantas partes iguales como tripulantes.

Cuando el vapor arrinconó definitivamente las embarcaciones de altura movidas a remo, entre 1910 y 1920, como fuerza de tracción en las embarcaciones de pesca, la tripulación de la trainera debió comenzar a entrenarse de cara a las regatas oficiales. Ya no era el trabajo de cada día bogar hacia los bancos de pesca, lo cual permitía una constante buena forma física, sino que comenzaron a construirse las traineras con el fin único de la competición. No siendo ya necesario transportar la pesca, el diseño de las traineras fue cambiando. Disminuyó la manga y el peso, aunque se mantuvieron los doce metros de eslora clásicos de la trainera de pesca.

Las traineras de pesca continuaron siendo, hasta 1916, siendo un claro ejemplo de cómo el uso de un instrumento de trabajo va desapareciendo con el paso del tiempo, dando lugar a la competición y al juego, pasando a ser hoy en día una embarcación deportiva de remo de banco fijo, y con una estricta reglamentación en cuanto a peso, dimensiones y desplazamientos.

En las regatas del pasado siglo, la tripulación base de trainera era la misma que habitualmente salía a la pesca, aunque solía sustituirse a los elementos de más edad por remeros más jóvenes y físicamente más potentes, de otras cuadrillas que no participaban en la lucha por el sustento.

Buena Mar y hasta la vista, amigos

Fernando Suárez Cué

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