La calle Mayor, que no siempre tuvo ese nombre, ya que también se denominó Calle Real, en memoria de la estancia de Carlos V y su cortejo, y también Calle Mon, en recuerdo del político conservador asturiano Alejandro Mon, estaba cerrada por la muralla y se comunicaba con el exterior por pequeños arcos abiertos en la misma.
Dicha calle tenía su inicio en la Puerta de Villa y el final en la Puerta de San Nicolás.
Extramuros de esta última puerta, cuya llave estaba en poder del Mayordomo de la Cofradía de Mareantes, se hallaban los dos edificios más importantes del gremio de pescadores, la capilla de Santa Ana y la casa anexa del Cabildo de San Nicolás.
En los límites de la calle, intramuros, la noble casa de los Rivero, la cual sería ampliada a extramuros con la compra de la casa situada al otro lado del pasadizo de Cimadevilla, la cual fue unida con dos corredores exteriores, y donde se alojó la Capilla de Carmen, que tiene su entrada por la plaza del Carmen, erróneamente titulada, por una placa que allí se encuentra, plaza de Cimadevilla.
El barrio de Cimadevilla era fundamentalmente marinero y en el mismo tenían casa también capitanes y armadores.
Enfrente de la casa de Rivero, se levantó en el siglo XVIII la casa de González de Lamadrid, que a finales del XIX se utilizó como convento y Colegio de las Franciscanas, por lo que es conocida como “la casa de las monjas”.
El derribo de la Puerta de Villa, que el “Oriente de Asturias” data en 1888, fue promovida por dos procuradores síndicos del Ayuntamiento de Llanes, Pedro Sobrino Vega y Ramón de la Fuente Linares, que lo justificaron por razones de utilidad pública y salubridad, así como porque entendían que la muralla no era necesaria pues había ya más población fuera de ella.
Sobre la desaparición de la Puerta de San Nicolás, citamos a Carrera Díaz Ibargüen: “Era en tiempo de la primera República. Nadie quería ser alcalde, por último fue nombrado un individuo, de cuyo nombre no quiero acordarme pero sí del sobrenombre, Caldueñín. Este monterilla vivía en la calle Nicolás de Teresa, y al parecer le estorbaba la muralla. La mandó tirar, la muralla se rindió a golpe de piqueta y desapareció uno de los trozos más hermosos de la histórica y asenderada muralla”.
El desmantelamiento de las dos puertas y los lienzos correspondientes de la muralla supuso un cambio radical de la calle Mayor y de la Plaza de Santa Ana, que dejaron de estar separadas y se unieron para siempre.
BABILONIA
Otra de las calles que conducía a la puerta de San Nicolás y demás posesiones de la Cofradía de los Honrados Mareantes, y que mediante un pequeño paseo de ronda pegado a la muralla comunicaba con la calle Mayor.
Imágenes, Valentín Orejas
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