El 13 de febrero de 1748, la preciosa goleta de tres palos “Lady Lovibond” salió desde el Támesis con destino a Oporto, para celebrar la luna de miel de su capitán, Simón Reed, que acababa de casarse con su novia Annetta.
El ambiente en el velero era festivo, gozando, tanto la tripulación como los invitados, de buena comida y abundante alcohol. Todos excepto uno, el primer oficial John Rivers, quien al parecer estaba enamorado de la novia del capitán, la cual le había rechazado.
Cuando el velero se encontraba a unas seis millas de la costa de Deal, cerca del estrecho de Dover, donde debía pasar un banco de arena fina muy peligroso, el primer oficial embriagado por el odio, tras deshacerse del timonel con un golpe en la cabeza, provocó que el barco encallara. No hubo ningún superviviente de los 50 ocupantes del barco, el cual fue engullido por las arenas movedizas del canal.
Pero esta historia no termina aquí, 50 años después, justamente el 13 de febrero de 1798, el velero “Edenbrige” registró en su diario que estuvo a punto de chocar con una goleta de tres mástiles, la cual no hizo amago de desviarse para evitar la colisión. También, se dejó anotado que a pesar de no haber ninguna persona en cubierta, se escuchaban sonidos de alboroto y celebración, y que después desapareció entre la niebla. De nuevo, el 13 de febrero 1848, varios barcos informaron de haber distinguido un velero de la características del “Lady Lovibond” que emitía cánticos y música.
Los avistamientos del “Lady Lovibond” no cesaron, siendo en 1898 y 1948 vista por pescadores de la zona. Y así, tan misteriosamente, cada 50 años, en la víspera de San Valentín, se siguen produciendo. En 1998 varios botes llenos de turistas, periodistas e investigadores salieron a la mar dirigiéndose al lugar donde había sido vista la goleta por última vez, esperando que la aparición se consumara, pero no hubo suerte, o quizá no estuvieron en el sitio idóneo. La próxima cita será el 13 de febrero del 2048.
Las últimas investigaciones concluyen que no hay fuentes primarias que mencionen al “Lady Lovibond” antes de que se contará el suceso en un artículo de 1924 en el Daily Chonicle, por lo que no sería sorprendente que toda esta historia fuera producto de la imaginación de algún escritor.
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