Las piedras del equilibrio
A mí, como me imagino a muchos de vosotros, disfrutamos “rechupeteando” y saboreando las cabezas de ciertos pescados, como merluzas “xáragos” o besugos.
Pues bien, cuando estamos inmersos en esa delicada operación nos encontramos, más de una vez que, sin saber porque, mordemos una piedrina, pero… ¿De dónde ha salido?
Pues no ha salido de ningún sitio raro, ya que el pez lo lleva en su interior desde el inicio del tiempo. Nos hemos tropezado con uno de sus “otolitos”.
Estos “otolitos” son estructuras duras, pares y compuestas por carbonato de calcio (un tipo de sal que se encuentra presente en la naturaleza), y se encuentran depositados en el laberinto membranoso del oído interno de los peces, donde cumplen un rol relacionado con el equilibrio (percepción de la gravedad) y la audición (percepción de ondas).
Los otolitos se encuentran en cada una de las tres cavidades que forman parte del laberinto membranoso del oído de los peces, es decir que en total un pez posee 6 otolitos. Los mismos son llamados “sagitta” o “lapillus” y de los cuales el más grande y mejor estudiado es por lo general el “sagitta”.
Mientras la aleta caudal, la aleta de la cola, normalmente la más desarrollada y la más importante para impulsar al pez a través del agua, el resto de las aletas, dorsales, caudales ventrales y anales, son para voltear o cambiar la dirección (arriba, abajo, izquierda o derecha) y para mantener una posición determinada en el agua, pero son los “otolitos”, los que verdaderamente le “dicen” a los peces en que posición se encuentran.
Es más, con una semblanza relacionada con los aviones, a los otolitos, se les ha llegado a llamar la “caja negra” de los peces, ya que a través del estudio de estos componentes calcáreos, se puede determinar, la edad y salud de su portador, ya que los otolitos se forman por la acumulación periódica en capas concéntricas de minerales a medida que el pez va creciendo, y de este modo el número de capas indica el número de años e incluso días que tenía el pez antes de morir, una información similar a los anillos de crecimiento de los árboles.
Además el estudio de los otolitos, puede ofrecer información muy valiosa sobre el medio en el que habitó su portador, pues si por ejemplo en el otolito se ve alguna capa conteniendo metales pesados, indica que el pez estuvo en aguas muy contaminadas.
También los otolitos ofrecen información sobre las relaciones de prelación, ya que al no poder ser digeridos por el predador, se pueden fácilmente encontrar en su tracto digestivo (“kaka”), pudiendo saberse de qué peces se alimentó, o información más particular como el medio en que habitó y la salinidad que contenía
Por ejemplo. Como en el otolito se pueden formar capas con contenido de metales pesados este nos está indicando que su portador estuvo en un ambiente contaminado, así como también puede ofrecer información sobre las relaciones de predación dentro de un ecosistema. Los otolitos al no ser digeridos por el predador pueden ser encontrados en su tracto digestivo (“kaka”), por lo que el estudio de estos permite reconocer específicamente de qué peces se alimentó. También las características de los otolitos pueden ofrecen información particular sobre el modo de vida del pez, y se puede saber si los peces siempre vivieron en determinada zona, en qué profundidad, si pertenecen o no al estuario, si han migrado, si se reprodujeron e, incluso, si sufrieron estrés fisiológico por falta de alimento o por cambios abruptos de temperatura, .
Por último, y por si alguien se pregunta… ¿Por qué queremos determinar la edad de los peces?
La respuesta es fácil, pues conociendo la edad de los peces, los científicos y tecnólogos pesqueros pueden determinar si una población de peces está siendo explotada de forma sostenible, pudiendo llegar a conocer si los peces extraídos ya se han reproducido al menos una vez, si se está realizando explotación sobre los individuos más jóvenes o más viejos, si es necesario aplicar una veda, la cantidad de pescado que conforma la reserva en la Mar y la cantidad de pescado que se podría extraer de esa población para que sea sostenible. ¿Interesante no?
En fin, una verdadera “caja negra”
Por cierto, los humanos también somos portadores de otolitos, pero esa es otra historia
Buena Mar y hasta la vista amigos.
Fernando Suárez Cué
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