Creo que los libros nos buscan. Intentaré explicarme, hace unos días encontré un libro antiguo que llevaba por título “Agua turbia”. A veces me aparecen ejemplares que no sabía que tenía.
Y ayer, leyendo un artículo de Fernando Carrera en una edición de “El Oriente de Asturias”, me sorprendí al descubrir que hacía alusión al origen de esa novela de ambiente llanisco.
Me faltó tiempo para enterarme de que su autor, Antonio de Valbuena Gutiérrez, nacido en un pueblo de León en 1844 y muy amigo de Clarín, fue periodista, poeta, novelista y crítico formidable, y había saltado a la fama con la obra “Ripios Aristocráticos”.
Pero a lo que íbamos: la relación con Llanes. En el mes de julio de 1895, así que ya cincuentón, Valbuena pasó unos días en la villa invitado por su amigo Ramón Pellico Labra.
El escritor, rico y soltero empedernido y hasta entonces invulnerable, se enamoró perdidamente de una guapa mexicana, Charito, a la que no dejó de rondar en cada romería del Concejo.
Gracias a la invitación a una excursión marinera en la vapora de recreo propiedad de Don Sinforiano Dosal, el dueño del palacete de la Concepción, Antonio tuvo la oportunidad de declarar su amor a la joven, recibiendo las más rotundas calabazas que podamos imaginar.
El escritor se quedó lívido, sobre todo porque al ser pequeña la embarcación todos los que estaban a bordo se dieron cuenta y sonreían maliciosamente. Es más, le cantaron “ Y si a tu puerta llega una paloma..”, y al bajar a tierra alguien le recordó que se dejaba algo, que no era otra cosa que las calabazas.
Tras sentirse tan ridiculizado, Valbuena investigó sobre la familia de Charito y averiguó que el padre, opulento indiano, que no era de Llanes, no había hecho su fortuna limpiamente, tenía un principio turbio, de ahí el título de la novela “Agua turbia”.
Y, ante esa información, se propuso humillar a la mejicana, escribiendo una novela en la que cuenta que un hombre rico podía elegir como esposa entre una prima lejana, Isabel, que le supondría la felicidad doméstica, y la hermosa y excitante Payito, que no era otra que la desdeñosa Charito.
Enterado el protagonista del escabroso origen de la fortuna del padre de Payito, en el que el autor se ceba, amontonando engaños, robos y hasta muertes, vuelve sus ojos a Isabel, pero ya es tarde, pues la prima lejana, debido a los sinsabores que le produjo la aventura de su amor, muere.
¡Hay que ver los efectos que producían en Llanes las historias de amor no correspondido!
Fotografía, Valentín Orejas
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