La Política Pesquera Común es el marco principal de la Unión Europea (UE) dentro del cual los Estados Miembros gestionan sus aguas de manera colectiva.
Dicha política, que fue instaurada en 1970 y que persigue la conservación de los stocks de peces y la viabilidad económica de las pesquerías europeas, se ejecuta con subvenciones públicas y normas basadas en las capturas para las especies comerciales distribuidas por los Estados Miembros mediante cuotas.
De conformidad con esa persistente política, la flota europea se redujo en 5.505 embarcaciones entre 2013 y 2019, sin embargo, la capacidad general de capturas se mantuvo casi en el mismo nivel.
Es decir, hay menos barcos pero aquellos que siguen operando son más grandes y tienen tasas de captura más altas, por lo que la conclusión no puede ser otra distinta a que la Política Pesquera Común y su ejecución han producido los efectos contrarios de lo que buscaba, ya que han facilitado la industrialización de la flota y la aparición de superarrastreros automatizados que funcionan con tecnología muy avanzada y son eficaces en exceso, pero esa eficacia no es sostenible desde el punto de vista ecológico. Además, no han impedido que las grandes empresas acaparen la gran mayoría de las cuotas.
Así, el empleo en la pesca artesanal se redujo alrededor del 20-30% entre los años 2000 y 2010. En el mismo periodo, la flota industrial obtuvo beneficios sin precedentes.
Y en este escenario, en el que un número limitado de embarcaciones tiene un impacto enorme en el océano, la pesca artesanal, que aporta métodos de pesca sostenible y proporciona pescado para el consumo humano y no para usos industriales, y, por lo tanto, contribuye al desarrollo de las economías locales y cumple una función en la cultura y el patrimonio de las comunidades, se enfrenta, además de a la disminución de las poblaciones de peces, a políticas tan desfavorables que tal parece que apuestan por su desaparición.
Fuente, “ Una pesca industrial peligrosamente eficaz”
Imagen, Valentín Orejas
El ingenuo hombre moderno, incapaz de comprender lo que está sucediendo en el mundo. Con sus cara de asombro asiste perplejo a como unos organismos controlados por un puñado de Magnates que se están apoderando del 90 % de la riqueza del mundo, le dicen a un pobre pescador, lo que puede o no hacer en el caladero que le vió nacer, y que le pertenece por derecho propio, por ser el mar que lo alumbró. Todo ello justificado por la sostenibilidad del planeta, que suena de abute, pero es un engaño miserable, que terminará invocándose para explicar que se le quite al pequeño pescador artesanal hasta su barco a cambio de una miserable pensión , para que sólo ellos y sus asalariados pesquen. Toda la riqueza y hasta la propia vida humana será expoliada por estos Magnates, que en el fondo son fiduciarios de un ser más poderoso, que detesta a los humanos y se revelará al final de los tiempos. El príncipe de este mundo. Para él trabaja la globalización con sus esbirros.