Hace unas semanas, en la sección “La Fortuna que vino del Mar”, escribíamos sobre Manuel García García, indiano que había construído en Llanes, corriendo el año 1909, la casa conocida como “Villa Flora” o “La Casa de los Leones”.
Entonces, desconocía, y por eso no hice referencia a ello, que Manuel García tenía ascendencia marinera y que no perdía ocasión para socorrer a los del Gremio de Mareantes.
El mencionado indiano, que muy joven, junto a sus hermanos Juan y Nicolás, se había trasladado a México, donde hizo una gran fortuna dedicándose a la industria del algodón en San Juan Bautista Amatlán, y también a inversiones inmobiliarias en la localidad de Puebla, era un gran entusiasta de la gente de mar.
Y unos días en especie y otros en metálico, alivió numerosas invernadas, de esas que se cernían sobre los hogares de los marineros, poniendo a prueba el temple de estas gentes.
Y ya decadente el Gremio, pagó de su peculio los gastos de las fiestas de Santa Ana, de la que eran gran devoto. Además, alhajó su camarín y reparó la capilla.
Este gran protector y benefactor de los marineros llaniscos se había casado con Flora Valadíe, con la que tuvo cinco hijos, Juan, Flora, Manuel, José y Virginia.
Manuel, a la muerte de su hermano Nicolás, se hizo cargo de los hijos de éste, fruto de su matrimonio con Concepción Valverde, Eduardo y Concepción. Y aunque esto es otra historia para otro día, Eduardo, que junto a su hermana, heredó una gran fortuna, construyó su casa de campo en un lugar con vista al mar, al lado del Paseo de San Pedro, y que conocimos como “la Casa de Lalito”.
Don Manuel murió el día 2 de abril de 1928 lejos de su querido Llanes, en Málaga, capital a la que viajaba con frecuencia por motivos de salud, pero fue enterrado en el cementerio de la villa.
Sin duda, le hubiera gustado saber que cien años después las fiestas de Santa Ana, patrona de los marineros de Llanes, gracias a su dedicación y de otros muchos que siguieron su ejemplo, se siguen conservando y destacando por su singularidad y esplendor.
Fuente, “El Oriente de Asturias”
Imagen, Valentín Orejas
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