Cuenta Baltasar Pola, en un delicioso relato que se titula: “Una diosa llanisca”, que el dios Neptuno “bebía los vientos” por la diosa Turbina que reinaba en la sierra del Cuera, y que era proverbial en Grecia y Roma el desdén súper olímpico con que ella trataba al dios que cabalgaba las olas sobre caballos blancos.
Yo me permito añadir que Neptuno, dios especialmente inestable y no acostumbrado a que se le desobedeciera, cuando se enfurecería por los desplantes de Turbina a su insistente pleitesía, desataba impresionantes temporales en la costa más cercana al trono de la diosa de las alturas del Cuera.
Es más, en uno de aquellos arrebatos creó el hijo de Saturno los bufones de la costa llanisca, únicos en la Geología y Topografía universal.
Y pocos saben, cuando contemplan ese espectáculo, que son los conspicuos vestigios del más trascendental amor no correspondido de la Prehistoria Europea.
Fotografía, Valentín Orejas
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