No quiero ser pasajero,
Lo mismo que si sigues el curso de un río termina llevándote a la Mar, si paseas por cualquiera de las calles de nuestra Villa, siempre desembocarán en una que te sitúe en el puerto.
He visto muchas personas que siendo del interior de nuestra tierra sienten una irresistible atracción que los lleva a avanzar directamente hacia la Mar, como si en ella quisieran zambullirse, pareciendo que no les satisface otra cosa que llegar hasta los límites de su tierra.
Tengo por costumbre irme a la Mar en cuanto puedo, y llenar mis pulmones de ese aire frío, húmedo y salobre, que a muchos no les sienta bien, y el que a mí me sea beneficioso o no, no me importa en demasía. Me siento bien.
Me gusta embarcar, pero no creáis que lo hago como viajero, pues para hacerlo se necesita una buena cartea, y no me refiero a ese pedazo de piel en sí, si no a lo que contiene dentro, ya que como pasajero, aunque no me mareo, me aburro soberanamente durante todo el tiempo que dura la travesía, eso si no me rompen el sueño, como me ocurrió durante la primera travesía que hice desde Barcelona a Palma de Mallorca, en la M/N “Ciudad de Ibiza”, que una vez comenzada la singladura, y ya anochecido, me encontraba durmiendo en una butaca de cubierta (como estudiante el presupuesto no me daba para más), cuando me viene un “puntu”, y zarandeándome y gritando como un poseso, me lleva a la borda y me dice:

Foto (2) El “Ciudad de Ibiza”

Foto (3) El “Santa Clara”
- Venga, venga, vea esto
- ¿Pero qué pasa? ¿Qué tengo que mirar?
- Mire, mire, por allí ha saltado un pescado.
Como soy católico, aunque no demasiado practicante, no le aplique el quinto mandamiento, yo creo que, por higiene naval, pues no se deben echar inmundicias sobre la cubierta.
Cuando me hago a la Mar, y cuando he tenido la ocasión de hacerlo en pesqueros profesionales de marineros llaniscos lo hago, como simple marinero (no digo como pescador, porque ese es un título de mucha más categoría), que es la mejor manera de aprender, aunque te hagan ir de un lado para otro, y en las ocasiones que he navegado como patrón, algunas veces dudo que, aunque mande, no sea él, el que gobierna, por lo menos en mi caso, y me explico.
A la rueda de un regatero y en plena competición, calculas cuándo te interesa hacer un bordo, pero, y ahí aparece el pero, pues tienes que contar y confiar plenamente en el buen criterio del navegante, como encargado de la buena posición de las velas y además con la preparación del encargado del “piano de maniobras”, ya que el primero es el que va a avisarte del momento idóneo, y el segundo el que va a largar y cazar todos los cabos necesarios para el buen fin de la operación.
Una vez todo a punto y en el momento indicado, si eres tú el que da la orden de “cambiar de bordo”.
Por eso me gusta navegar como marinero, no como viajero y mucho menos como turista
De todas las travesías que he hecho a las Islas, solo dos fueron en “barcones”, la primera, porque quise, y la segunda porque embarcado el coche, me fui con la familia y unos amigos a pasar un par de semanas en Menorca. Mientras pueda no lo volveré a hacer.
Por el contrario, he efectuado diversas travesías a vela, y esas si me han complacido, porque estás haciendo algo que te apasiona, puedes relajarte y soñar, y por supuesto puedes contemplar muy de cerca como saltan los “pescados”
Un fuerte abrazo, buena Mar y hasta la vista.
Fernando Suárez Cué
Foto (1) La “Celesta”
Foto (2) El “Ciudad de Ibiza”
Foto (3) El “Santa Clara”
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