NUESTRA BANDERA. SU ORIGEN MARINERO

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-F: Buenos días… ¿Qué pasó?

-C: Pues nada en particular, aquí estamos divagando sobre el sexo de los ángeles… ¿Y tú que nos traes?

-F: Pues tampoco nada, como no sea lo que venía pensando sobre la conversación que tuvimos el otro día, y que creo que una parte muy importante de ella se nos quedó en el tintero.

-T: ¿A qué te refieres rapaz?

-F: ¿Os acordáis de la tertulia sobre la “Etiqueta en la Mar”? Pues era sobre ella, pues estuvimos hablando de “cornetas” y “grimpolones”, y nos dejamos la más importante, que es la bandera Nacional, cuáles fueron sus orígenes, y cuando apareció la actual.

-P: Ya hablamos de ella, y salió a colación lo del rojo y el “gualda”

-F: De acuerdo, pero sabes de dónde nos viene esta bandera.

-C: Algo se sobre este tema, y la iniciativa que tuvo Carlos III para solucionar un problema que se daba en las diferentes armadas de su tiempo, pero si sabes algo más…

-F: Pues veréis, todo esto empieza, y permitirme contároslo, en los tiempos más oscuros de nuestra historia, cuando el hombre, agrupado en familias, clanes, pueblo o tribus, necesitó una serie de signos, para reconocer a los suyos, y para distinguirse de sus adversarios, al mismo tiempo que intentando intimidarlos, les consiguiese infundir a ellos mismos entusiasmo y valor.

-P: Que yo recuerde el mejor ejemplo, es la cabeza de dragón, sobre la roda de los barcos vikingos… ¿No?

-T: Bien cierto, eso sí asustaba y les ponía a sus enemigos la carne de “pasta boyas”.

-F: Continuo. De la evolución de esos signos convencionales, nació la bandera o enseña, tal y como la conocemos hoy en día.

En una lucha entre tribus prehistóricas… ¿Qué nos podríamos imaginar que les serviría a sus componentes para reconocerse entre sí, y agruparse alrededor de su jefe?… ¿Una piel de oso, unos colmillos de mamut, las astas de un ciervo, las garras de un león o las plumas de un águila? Podríamos imaginarnos que cualquiera de estos objetos, servirían de referencia y distinción para los componentes de los distintos clanes.

-P: En una cueva que visité hace no mucho, había la representación de una figura de hombre, que parecía un brujo, ataviado con lo que se suponía era una piel de lobo

-F: Según el historiador Dioro Siculo (Siglo I a. de C), fueron los antiguos egipcios, los inventores de la bandera, empleando en ella y como símbolos, las figuras de diversos animales, como el cocodrilo, halcón, ibis, mono etc.

Por otra parte, dentro de la Biblia, en el Deuteronomio, se nos narra la salida de los israelitas de Egipto, y se nos dice que en sus jornadas de descanso… “acampaban por tribus, alrededor de los símbolos y enseñas que las diferenciaban a unas de otras”.

-C: Ahora amigos, fueron los chinos los primeros en introducir la unión de la tela a la asta, y evolucionando esta primitiva bandera, hasta conseguir una mejora en la calidad, empleando para ello la seda, ya que, con este material, y debido a su resistencia y ligereza, se permitieron el confeccionar banderas de gran tamaño y de una larga duración.

Es durante la Edad Media, cuando las banderas adquieren mayor importancia, y empiezan a representar a países enteros, llegando a ser centro de veneración y estima, tributándoseles los más altos honores, no tan solo por ser la enseña de las Armas Reales, sino por honrar a la Nación que representaban.

-F. Tienes toda la razón, pues así fue.

Dirijamos ahora la vista a los barcos del Siglo XVIII, que es donde realmente comienza nuestra historia actual.

Se encontraba España bajo el reinado de Carlos III, también llamado “el Político”​ o “el Mejor Alcalde de Madrid” (1759-1788), de la familia de los Borbones, al mismo tiempo que otros países, como Francia, Nápoles, Toscana, Parma y Sicilia, que también eran regidos por Monarcas de la casa Borbón.

Y aquí empieza la “folixia”, ya que como el color distintivo de esta Casa Real era el blanco, y todas sus banderas eran de ese color, solo se diferenciaban por el escudo que portaban, distintos entre sí, según a la rama familiar a la que representaban.

En la Mar, debido a la distancia, fue motivo de diferentes y peligrosos errores y equivocaciones, pues cuando dos buques de esa época se colocaban “a la vista”, las insignias principales solo eran reconocibles, cuando ambos barcos se encontraban muy cerca uno de otro, situación en extremo peligrosa, si después resultaba ser un barco enemigo.

Fue entonces, cuando el monarca Carlos III, consciente de esta anómala situación, promovió un concurso de diseños, para lograr que, a partir de él, saliera una bandera idónea para la Marina Real.

En esos días, el cargo de Capitán general de la Real Armada era el “bailío” (“Bailío” o “baile”, agente de la administración real o señorial en un territorio determinado), Dn. Antonio Valdés y Fernández Bazán, hijo del hidalgo asturiano Fernando Valdés Quirós, nacido en el palacio de Valdés-Bazán (San Román de Cándamo), el cual presentó al Monarca doce modelos diferentes.

Largo y monótono sería el describir como fueron esos modelos, pero el resultado final fue que el rey escogió el primero de los presentados en la serie, y así fue como lo señala el real decreto del 28 de mayo de 1785, firmado en Aranjuez.

Decreto del Rey:

Para evitar los inconvenientes y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera nacional, de que usa mi Armada naval, y demás Embarcaciones españolas, equivocándose a largas distancias, o con vientos calmosos con las otras Naciones; he resuelto, que en adelante usen mis Buques de guerra de bandera dividida a lo largo de tres listas, de la que la alta, y la baxa sean encarnadas, y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en esta el Escudo de mis Reales Armas reducido a los dos cuarteles de Castilla, y León con la Corona Real encima; y el gallardete con las mismas tres listas, y el Escudo a lo largo, sobre cuadrado amarillo en la parte superior: Y que las demás Embarcaciones usen, sin escudo, los mismos colores, debiendo de ser la lista de en medio amarilla, y del ancho de la tercera parte de la Bandera, y cada una de las restantes partes dividida en dos listas iguales encarnada, y amarilla alternativamente, todo con el arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse otros Pabellones en los Mares del Norte por lo respectivo a Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterráneo desde primero del año de mil setecientos ochenta y seis: en la América Septentrional desde principio de Julio siguiente; y en los demás Mares desde primero del año mil setecientos ochenta y siete. Tendréislo entendido para su cumplimiento = Señalado de mano de S.M. en Aranjuez a veinte y ocho de Mayo de mil setecientos ochenta y cinco = A D. Antonio Valdés

-T: O sea, que el rey, por lo visto, ya tenía la cosa clara… ¿No?

-F: Pues sí, aunque un año después, el 20 de Mayo de 1786, hizo extensiva dicha bandera a la anterior disposición Real, añadiéndola a:

Las plazas marítimas, sus castillos y otros cualquiera de las costas.

Mientras tanto, los Reales Cuerpos de Artillería e Infantería de Marina, continuaban con las mismas banderas

-C: ¿Por qué erigiría Carlos III los colores encarnado y amarillo?

-F: Mucho se ha hablado sobre sus motivos, por eso, mientras algunos estudiosos del tema afirman a que estos colores estaban presentes en los escudos de los antiguos Reinos Españoles, como Castilla, León, Aragón y Navarra, otros historiadores creen que no se puede decir que ese fuera el motivo principal que influyó en su elección. 

La idea más arraigada, la cual comparto como verdaderamente cierta, es la que defiende que lo que influyó poderosamente en el ánimo del monarca, fue la facilidad con que estos colores se distinguen en la Mar a grandes distancias. No olvidemos que hoy en día, el color que predomina a nivel mundial en los artilugios para el Socorro y Seguridad en la Mar es el denominado “butano”, que no deja de ser una mezcla de rojo y amarillo, pero además hay quien defiende la teoría de que ese color se eligió, porque “España es el país de las naranjas”. Como veréis, ya estaban intentando “hacer patria”

-R: Muy acertado, y mucha visión de futuro tenía ya el Rey.

-F: Posteriormente, ya en el año 1843, el Real Decreto del 13 de octubre, sancionado por la Reina Isabel II, reconocía como Nacional la bandera de colores rojo amarillo y rojo, y se ordenó que todas las Unidades Militares Españolas utilizaran la misma bandera.

Y esa es la historia amigos. Carlos III, el gran Monarca español, escogió para nuestra Marina, una enseña, que a la par de segura, es la más bonita, llamativa y elegante de todas las banderas del Consejo de la Naciones.

Cuando a nuestro buque más representativo, el “Juan Sebastián de Elcano”, le vemos entrar por el abra de cualquier gran puerto de los existentes a lo largo y ancho del globo, con su trapo henchido de vientos y con esa enorme y magnifica bandera ondeando a popa… ¿No se le pone a cualquiera la “piel de gallina” y el corazón en un puño? A mi si, por supuesto, pues dejando a un lado posiciones políticas y sentimientos patrióticos, todos respetables, el ver ese buque en esas situaciones, creo sinceramente que estamos contemplados una de las máximas expresiones de la belleza sobre la Mar

-C: La verdad, que cantidad de banderas y cada una más bonita… ¿De dónde las has sacado?

-F: De un librín que tengo y que se titula “Banderas de la Marina de España”, editado por el “Instituto de Historia y Cultura Naval”. Y ya no digo más… ¿Vámonos para la Barra, a ver qué semblante nos presenta hoy la moza?!

-R: ¡Vale, vale!… ¡Vámonos!

Buena Mar y hasta la vista amigos,

Fernando Suárez Cué

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