Como creo que sería un artículo bastante largo, voy a dividirlo en dos “jornadas”, para que sea menos farragoso y más fácil de leer.
Primero “Perro de agua del Cantábrico”, por el que intentaré explicar lo que es este perro de agua de los muchos que navegaron en nuestros pesqueros, y el segundo, bajo el título de “Hablando de perros”, contaros algunas historias de estos perros que, con lealtad, inteligencia y “señorío” se pasearon por nuestro puerto.
El llamado “perro de agua” del Cantábrico, es una raza canina originaria de la costa cántabra, y se trata de una raza ancestral, cuyos orígenes pueden ser comunes a los del Barbet. No existe una documentación clara sobre desde cuando se tiene noticias sobre esta raza, aunque podemos pensar que ha formado parte de la cultura, tradiciones y modo de vivir de los distintos poblados pescadores de la cornisa cantábrica. constituyendo una población ancestral en el norte de la Península ibérica, cuyos orígenes muestra una clara diferenciación morfológica y genética que permite discriminarla de otras poblaciones caninas del mismo grupo con distribución por áreas geográficas próximas, y que estudios genéticos lo sitúan tan próximo al “Perro de agua español” como el “Barbet” o el “Caniche”.
Se trata de una raza con gran arraigo social, cultural, histórico y geográfico en los pueblos del Mar Cantábrico, principalmente a lo largo de la costa desde la zona Oriental de Asturias hasta la costa Occidental de Vizcaya, constituyendo, según dichos estudios genéticos la población de “perros de agua” (aunque en aquellos tiempos era llamado mayoritariamente “perro de lanas”) más antigua de la Península Ibérica, y que junto con el Barbet los más antiguos de todos los “perros de agua” del mundo.
En general, se trata de animales más ligeros y de menor estatura que los de la raza española donde estaban anteriormente incluidos, presentándose como un perro armónico, de tamaño mediano con tendencia a pequeño, cuyas dimensiones pueden ser:
Altura a la cruz: machos entre 42 y 45 cm y hembras entre 40 y 43 cm.
Peso: machos entre 15 y 17 kg y hembras entre 12 y 14 kg.
Su pelo es rizado en la totalidad de su cuerpo formando rizos tupidos, con la misma longitud en la cabeza y las orejas que en el resto del cuerpo, y con abundante “subpelo”, lo que hace que al crecer el pelo se forme una capa externa y sobre todo una capa interna cuyos pelos son impermeables.
El color del perro de agua cantábrico es blanco. Siempre deberá tener la trufa, la boca y los párpados de color negro o marrón. La piel es flexible, fina y bien adherida, aunque puede ser despigmentada o con manchas por distintas partes del cuerpo.
Es un animal inteligente, activo, alegre y elegante, con una gran capacidad de aprendizaje, bien aplomado y musculado, y aunque de apariencia tranquila y reposada, se muestra muy activo cuando está trabajando, presentando entonces una buena disposición para el trabajo, con valor, vivacidad e inteligencia, mientras disfruta enormemente del agua, pues es un magnífico nadador y un buceador extraordinario.
En la ciudad cántabra de Santoña, hay un “Monumento a los pescadores, marinos y navegantes santoñeses”, en el que está representado un pescador y ante él su perro de agua, con la leyenda que reza ““Fiel compañero del pescador santoñés”.
Tradicionalmente, en los barcos de pesca, los perros desarrollaban una serie de funciones:
La primera y fundamental era la recogida de peces que se caían o se escapan de las redes. Hay que tener en cuenta que el perder un número de piezas debido a las artes tan rudimentarias que utilizaban, en comparación a las actuales, podía ser considerada una tragedia económica, el perro siempre estaba atento y no había necesidad de darle ninguna orden.
Otra función era la de llevar los cabos a tierra para proceder al atraque del barco.
También solía ser utilizado para llevar los cabos, mensajes, etc. de un barco a otro
Era utilizado en el salvamento de náufragos, para lo cual era arrojado al mar, la persona que se había caído se agarraba a su pelo y el 6 animal nadaba unas veces hasta el barco y otras los llevaba hasta la orilla.
Era un desratizador natural, manteniendo libre el barco de todo tipo de roedores.
Durante la etapa de estar atracado, el pesquero, en el muelle ejercían funciones de vigilancia de este.
Era capaz de detectar bancos de peces superficiales.
Orientaba a los pescadores cuando se producía un naufragio, indicándoles en qué dirección se encontraba la costa.
Avisaba de cualquier incidencia dentro del pesquero, por ejemplo, caídas de marineros al agua, especialmente durante las noches, el momento más peligroso.
Se utilizaban como meteorólogos pues con su estado de ánimo los marineros sabían si se acercaba alguna galerna. Llegaban a tener tanta importancia dentro del pesquero que, en el reparto de las ganancias diarias, a cada pescador le correspondía una parte de la pesca, era uno más en el reparto.
El último marinero o el grumete era el responsable del cuidado del perro.
Pero estas labores empiezan a declinar progresivamente ya a partir de mediados del siglo XX pues las nuevas tecnologías les restan protagonismo en los pesqueros, siendo hoy escasos los perros embarcados, aunque es bien cierto que aún son numerosos en los puertos, pero tan solo como perro de compañía.
El censo cántabro de animales de esta población según la “Consejería de Desarrollo Rural” del Gobierno de Cantabria era de 1216 ejemplares en febrero de 2009.
Buena Mar y hasta la vista amigos.
Fernando Suárez Cué
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