Hace muchos años, me contaban que, para transportar el pescado por medio de acémilas desde nuestras costas hacia el interior de la Península, al otro lado de los montes, cubrían este pescado con rodajas de limones, tanto como para una mejor conservación, como para disimular el olor, algunas veces ofensivo.
Tuve curiosidad por saber de dónde salían los limones, ya que en esos tiempos me parecía que la zona levantina de la Península, famosa por su producción de cítricos, quedaba demasiado lejos. Pues bien, cual sería mi sorpresa, al enterarme que Asturias fue una gran productora de estas frutas, ya que en Valencia no existía tanto naranjo como conocemos hoy, y para llevar su fruta en barco eran demasiadas las singladuras necesarias, pues estaba demasiado lejos, y su transporte por tierra, era del todo impensable, tratándose de un producto delicado y perecedero. Mientras tanto, parece ser que aquí había zonas de gran producción de naranjas y limones. Aún se pueden ver en algunas de estas zonas.
Hubo zonas privilegiadas, para el cultivo y explotación de estos árboles, en casi toda la costa asturiana por su clima benigno, en períodos anteriores al siglo XVIII, siendo los puertos de su entorno la vía de salida de los cítricos que se cultivaban en estas zonas de condición privilegiada Para producirlos hacían falta fincas protegidas del norte y que estuvieran de cara al sol, y hay muchas de ellas que se prestaron muy bien al cultivo de naranjos y los algo más delicados limoneros, en las privilegiadas zonas de Ribadesella y Llanes, desde en navegación de cabotaje llegaban a los grandes puertos del Cantábrico, como Gijón, Santander, Bilbao o San Sebastián.
Se caracterizó el siglo XVI en Asturias por una grave, entre otras, caída de su economía agraria debido a “pestes y males” (sequías y la epidemia de peste), llegando inclusive a aparecer la hambruna. En Asturias los cultivos tradicionales de cereal, desde la Edad Media hasta el siglo XVII, se restringían a la escanda, el centeno, el panizo y el mijo; el trigo se cultivó en determinadas zonas geográficas costeras del occidente y centro de la región. La introducción del nuevo cereal, el maíz, y su rápida difusión por la región, permitió minimizar los problemas de déficits alimentarios, si bien es cierto que no resolvió los problemas de subsistencia que acarreaba una agricultura precaria.
El economista e historiador Luis Cueto-Felgueroso, nos relata que, en el año 1650, es cuando se abre la exportación de los llamados productos de la tierra, como naranjas, escanda, almendras o avellanas (tanto crudas como tostadas), nueces, quesos, castañas, habas, carbón vegetal, cebollas, ajos entre otros muchos productos que antes estaban prohibidos por la hambruna que había. Esos años coincidieron con buenas cosechas y la Junta General del Principado autorizó lo que se conocía como la “saca”.
También es cuando se desarrollan las grandes ciudades marítimas europeas, como Londres, Amsterdam y Rotterdam, pasando de la influencia mediterránea (el llamado Arco Mediterráneo), a lo que hoy conocemos como el Arco Atlántico, y teniendo también en cuenta que es en 1648 cuando España alcanza la paz con Holanda y empieza una gran labor comercial en provecho mutuo.
Es en esa época Asturias empieza a exportar barcos enteros de cítricos, tanto naranjas como limones, a puertos de Holanda, Francia, Inglaterra e Irlanda, donde eran muy valorados, ya que era el principal alimento para combatir el escorbuto, esa terrible carencia de vitamina “C”, que aparecía en todas las navegaciones de largas singladuras. Además de otro producto muy especial, como era la sal, que se empleaba, entre otras muchas aplicaciones, en la condimentación y conservación de los alimentos embarcados.
Como nota podemos decir que hubo barcos como fue la nao “María Galante”, de Juan de la Cosa, que se dedicó al transporte de sal, desde las salinas gaditanas hasta Santoña y otros puertos cántabros. Recordar, que esta María-Galante fue contratada por Cristóbal Colón para su primer viaje, cambiándole el nombre por el de “Santa María”.
Este transporte se hacía por medio de unas barcazas, de entre 15 y 20 metros de eslora, armadas para tal fin, y en la que España contribuía con una pequeña flota de cabotaje, mientras que la parte más importante de la flota era la holandesa, pues, aunque había muchos capitanes asturianos enrolados en esas Compañías, los grandes armadores eran holandeses, que pronto se hicieron con el comercio marítimo mundial.
Fue el puerto de Gijón, el más utilizado en esa época por tener más peso e influencia que otros de la costa asturiana, y es a partir de ese momento cuando se desarrolla plenamente, pasando en solo 40 años en duplicar su población, en detrimento de otras ciudades del interior la perdían. Gijón pasa de una economía de distribución agraria a otra de distribución marítima.
Fue tan rico el transporte de estos cítricos, que inclusive llamó la atención de los corsarios, que los había en toda Europa, y especialmente en el Canal de la mancha, hasta tal punto, que hubo algunos empresarios compraron una fragata o una goleta para salir al corso.
Respecto a nuestra Villa, su puerto fue un punto relativamente importante para el embarque y salida de cítricos, demostrado por los diversos apuntes en los “Libros de Actas del Concejo”, referentes a este comercio, y, como ejemplo, y según datos anotados en el Archivo Llanisco, corría el año 1721, cuando arribó a Llanes un navío de “alto porte” (puede referirse a una “carraca”, que era un gran navío de vela redonda de alto bordo, que se dedicaba al transporte de grandes cargas en largos trayectos), mandado por el capitán Pablo de la Cosa, vecino de Santoña, que venía a este puerto a cargar naranjas y limones, y para que se vea la importancia de este mercado en nuestro Concejo, reproducimos la siguiente relación de lo que cargó el navío:
“Cuarenta millares de naranjas de doña Paula; 5.750 de don Felipe; 34.700 del Marqués; 7.000 de don Andrés Mendoza; 3.227 de don Jesús Pariente; 17.000 de don José Posada; 24.249 de don Bartolomé Posada; 7.440 que trajeron en lancha desde Pendueles; 3.127 de don Francisco Pesquera y 7.000 de don Pedro Noriega. De Pendueles también trajeron 7.350 limones de don Felipe Barrio, hasta 15.150 en junio a sesenta reales el millar. También llegaron 108.993 naranjas”.
Mucho debía de ser su valor para, como parece ser, no se pesaran si no que se contaran por unidades…. ¡Qué cosas!
Hasta la vista
Fernando Suárez Cué
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