Cuando un bagazo de mar se precipitaba sobre nuestra costa y se cerraba el puerto, las grandes olas llegaban hasta el puente, poniendo en peligro las lanchas que por su peso no se podían subir al muelle. Entonces, los propietarios de aquellas se veían obligados a tener que vigilar y reforzar los amarres día y noche para impedir que se fueran a la deriva destrozándose ellas y destrozando a las demás.
Principalmente, para evitar lo anterior, a principios de los años 30, el ingeniero José María Aguirre ideó una compuerta, la primera de nuestras compuertas.
Así, un constructor de Gijón apellidado Alegría inició la construcción de la torre, que sustentaría a la compuerta propiamente dicha. Llamaba la atención su fina y volada escalera, que tenía por objeto subir a la sala de máquinas que pondría en funcionamiento el acto de elevar o abatir la hoja sobre la ría. Se cuenta que su paramento de hierro, de varias toneladas, lo trajo un gabarrón que apenas cabía entre muelles.
Pero los motores nunca se colocaron.
¿Qué pasó para que una obra casi terminada se abandonara totalmente?.
Sobre ello se hicieron variadas conjeturas y entre ellas:
¿Sería por la guerra?
¿Causas políticas por el cambio en la Jefatura de Puertos?
También, se extendió el rumor de que el muelle norte o cabezona de Merlón no resistiría las presiones laterales a marea baja.
Hoy, casi cien años después sigue siendo un misterio.
Imágenes, Archivo Fernando Suárez Cue
Por lo que yo sé, has acertado querida Perela en los “porques” no se acabó la construcción de la antigua compuerta y la colocación en ella de los mecanismos determinantes para su funcionamiento.
Efectivamente, la esbelta estructura de la “Gran Señora”, ya había sido construida por el contratista gijonés Bienvenido Alegría, bajo los planos proyectados por el ingeniero José maría Aguirre, y armados los contrapesos que equilibrarían el enorme peso de la hoja, haciendo posible el movimiento de esta.
Ahora bien, no ocurrió así con la motorización (que realmente no necesitaban de una fuerza extraordinaria, ya que, con el bien estudiado contrapeso, su trabajo era fácilmente realizable), que debiendo ser colocada en la sala de máquinas en la parte superior de la estructura, no llegaron a la Villa porque al parecer, debiendo ser traídos desde Inglaterra, no fue posible hacerlo por la situación bélica que se encontraba esta nación y el bloqueo a la que la tenían sometida las fuerzas enemigas.
Ahora bien, para que la hoja realizara un trabajo efectivo, había que modificar en profundidad el muelle Merlón para preparar el asentamiento y acople de la hoja, ya que esta ocupaba más espacio que los ocho metros aproximadamente que tenía la angosta entrada que había bajo ella. Solamente tienes que fijarte en las fotos y podrás comprobar que la hoja, cuando bajara sobrepasaría al cañón que estaba clavado en el muelle.
Esta modificación, no era de gran complejidad, y se podría haber efectuado sin problemas insalvables.
Pero (y ahí tenemos un “pero”), lo mismo que el muelle que discurre por la parte norte del Sablín, bajo las casas de “Santana” y La Moria (calle Tomás Gutiérrez Herrero, o Paseo Marítimo, como le llaman algunos), está asentado en gran parte sobre roca noble (se pueden ver algunas afloraciones de ella delante de las bodegas de los pescadores), no ocurría así en el citado muelle Merlón, que está asentado casi todo él sobre arena. Pudimos comprobarlo durante su demolición.
Por eso, se dudó seriamente si la presión del agua encerrada en el puerto interior, al no ser contrarrestada por la Mar en el exterior (zona del Sablín y “entremuelles”), no terminaría por rendir al citado melle Merlón.
Acordémonos de lo ocurrido cuando vaciaron el puerto hasta la “Tijerina”, que la presión de la Mar sobre La Moria y el Fuerte, al no ser contrarrestada al “otro lado”, hizo saltar esa socavada zona entrando el agua a caños hasta la misma obra, teniendo que ir vaciándola con potentes bombas de achique. … ¿Te acuerdas?
Y eso es todo querida amiga, pero tal como lo leí y me lo contaron, os lo cuento.
Buena Mar y hasta la vista.