A cortar “el cebollín”.
Qué tiempos aquellos de inocentes picardías, aquellos en los que después de cenar, y aprovechando esas maravillosas y cálidas noches que el Oriente de Asturias nos regala de vez en cuando, la criería de “Santana” y de La Moria, aprovechando la bajamar íbamos al Sablín a jugar a “Cortar el cebollín”.
De esto que os voy a contar no tengo constancia de que tan interesante deporte se practicara en otras playas, pero en el Sablín era un verdadero y legendario “dervy”
El juego consistía en formar dos grupos de igual número de componentes, en los cuales, nosotros ya muy adelantados al tiempo actual y bien entendida la igualdad del “feminismo”, lo formábamos tanto críos como crías.
Se formaban dos equipos que se colocaban unos bajo el muelle Merlón (“La cabezona”), y los otros en el de enfrente (el muelle de “Tomás Herrero”), pues esos sitios “eran casa”, y se estaba seguro sin posibilidad de ataque por el contrincante
El juego consistía en correr tras alguno de los enemigos, para con un rápido movimiento de los brazos, como si fueran una guadaña, “segar las piernas” del contrincante y hacerle caer sobre la arena del Sablín, de la cual no se podía levantar hasta que otro compañero lo tocara, “salvándolo” así del castigo.
Todo iba bien, entre gritos y carreras, hasta que se oía la voz de alguna, más que airada participante femenina gritando… ¡Oye chaval, que eso “no ye el ·cebollín”!
Y es que como en todas las Mares del Señor existen todo tipo de seres vivos, alguno más vivillo que otro, y que si, efectivamente había hecho el movimiento de siega, pero no de un lado a otro, sino de abajo a arriba.
Por regla general, en ese momento las crías formaban una “piña defensiva”, y el juego se acababa con la misma rapidez que la inmersión de un submarino… “Con la velocidad y el ángulo previsto”.
Un abrazo, buena Mar y hasta la vista, amigos
Fernando Suárez Cué
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