Pocos llaniscos, ni siquiera los que viven y regentan sus negocios en la calle que tiene dedicada en la Villa, sabrán quién fue D. Román Romano Mijares, una de las personalidades llaniscas más destacadas y relevantes del siglo XIX.
Nació en Llanes un 28 de septiembre de 1831, muy joven emigró a América y antes de llegar a su destino, San Juan Bautista de Tabasco, arribó en el puerto de La Habana, permaneciendo una larga temporada en la capital de Cuba para superar la enfermedad de la fiebre amarilla, que tantos estragos causó entre los emigrantes españoles.
Ya en Tabasco se consagró de lleno a las empresas mercantiles que había fundado su hermano José, y allí transcurrió buena parte de su vida, hasta su traslado definitivo a Llanes, donde desempeño varios años la alcaldía con gran eficacia y rectitud.
Construyó, entre otras edificaciones, una Casa Palacio, con maderas de caoba traídas de los bosques de su tierra de acogida, el cual pintado de amarillo, de techos altos, escalera central abierta con gran cúpula de cristal, jardín con diversidad botánica y estanque, podemos admirar todavía hoy frente al Paseo de Posada Herrera.
Se casó en Llanes con su sobrina Dolores Mestas y se trasladó a Barcelona, ocupándose en aquella ciudad de negocios relacionados con México, falleciendo en dicha capital catalana en 1909.
Don Román, siempre estuvo dispuesto a encaminar a su pueblo natal al progreso, como hombre de espíritu culto conocía que el desarrollo tiene mucho que ver con saber aprovecharse de los avances de la Ciencia.
Así, persiguió que se dotara a la Villa de sus sueños de una moderna instalación de luz eléctrica, que se conseguiría en el mes de noviembre de 1895.
Además, facilitó el tráfico de los puertos de Llanes, Santander y Gijón por medio del vapor México, aquel barco que se esperaba con tanta alegría en los muelles de la Villa, acabando con los pataches y quechemarines que tan difícil acceso tenían los días de marejadas.
Generoso en grado sumo, cedió los terrenos para el matadero y el hospital municipal, alzó el primer balneario del Sablón, ejecutó importantes mejoras en el Colegio de la Encarnación, levantó un altar en la iglesia parroquial, premió con una importante cantidad al autor de la Historia de Llanes y su Concejo, D. Fermín Canella, y repartió en los inviernos de escasez sacos de maíz entre los necesitados de la Villa, a los que legó en su disposición testamentaria un capital para fomentar una renta.
Su última actividad industrial en Llanes fue una fábrica metaloplástica, en la que se elaboraban productos a base de hierro fundido.
Y por si lo anterior fuera poco, contribuyó espléndidamente a las fiestas de la Magdalena, Bando por el que sentía una gran pasión heredada de su madre.
Fuente: Textos de “El Oriente de Asturias”
Fotografía, Valentín Orejas
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