Aunque no todos sus biógrafos están de acuerdo, lo más probable, como afirma la Real Academia de la Historia y recogen diversas y sólidas publicaciones, es que Juan de Ortega Montañés naciera en Llanes el 23 de junio de 1627. Es más, se ha escrito que su madre, María Patiño, llevaba sangre de la más pura raigambre llanisca. Su padre fue Diego de Ortega Montañés, que ocupó, entre otros cargos, el de Presidente del Real Consejo de Castilla.
Realizó sus estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, alcanzando el doctorado en Jurisprudencia.
En 1660, una vez recibidas las Sagradas Órdenes, se le nombró fiscal del Santo Oficio de la Inquisición de México. Peldaño a peldaño fue ascendiendo llegando unos años más tarde a convertirse en el obispo de Durango (Nueva Vizcaya), pero antes de salir para su destino llegó a México su designación para el obispado de Guatemala. En esa labor, destacó como uno de sus principales actos la fundación del Convento de Carmelitas Descalzas.
Seguidamente, tomó posesión del obispado de Michoacán.
No era Ortega un burócrata al uso, su vocación primordial era el sacerdocio, resaltando sus biógrafos su predicación con hechos y ejemplos, la entrega diaria, continúa y sin desmayo al servicio de Dios y de los pobres. Es de resaltar que en Guatemala inauguró la catedral de la Antigua. En Miochacán, continúo las obras de la catedral, donó a esta el trono de plata del altar mayor y construyó el Palacio Episcopal, que luego cedió para hospital.
El gobierno eclesiástico de Juan de Ortega se vio interrumpido al ser llamado a México para encargarse del gobierno interino del virreinato. En ese nuevo puesto tuvo que sofocar el primer movimiento estudiantil de la Real y Pontificia Universidad de la capital azteca.
Unos años después fue promovido por Carlos II a Arzobispo de México.
Recién iniciado el siglo XVIII volvió a empuñar el bastón de Virrey por mandato de Felipe V. Resaltando en aquel 33º virreinato la defensa de las costas y la reparación de la armada de Barlovento.
Tras su cese como virrey, continuó en México dedicado a asuntos de su ministerio.
En ese periodo, destacó su empeño en terminar las obras del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, sin embargo su muerte, acontecida un año antes de la inauguración, el 16 de diciembre de 1708, le privó de ver terminada la obra.

Basílica de Guadalupe de México
Fue enterrado en la catedral de México, pero el tiempo y el descuido han hecho olvidar el lugar de su tumba.
Fuentes, La Real Academia de la Historia y “El Oriente de Asturias”
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