Me contaba mi padre una anécdota, que a mi particularmente me hacía mucha gracia. Era la siguiente:
Al parecer en un viaje en uno de esos maravillosos expresos nocturnos, con vagones pertenecientes a la “Compañía Internacional de Coches-camas y de los Grandes Expresos Europeos”, que hacían el trayecto de Madrid a Oviedo, el revisor al ir controlando los billetes se encontró con un “puntu” de la Capital del Principado, que al picarle el billete le dijo:
- Oiga, este billete es de tercera y usted está viajando en “Primera Lujo”
- Pues sí, así es,
- Pero es que usted está viajando en “Primera Lujo”, en cambio ha pagado un billete de “tercera”.
- Pues sí, así es. Es verdad
- Oiga, pero vamos a ver… ¿Usted ye bobu?
- Si, si… Bobu, bobu
Si ahora si os preguntáis a qué viene esta “babayada”, voy a contadevos otra anécdota que si nos viene a cuento.
Veréis.
En nuestra casa de “Santana”, y para que no tuviera que andar subiendo y bajando escaleras, a mi tía María Luisa Cué de la Fuente (tía “Güichu”), la instalamos en los bajos de mi casa, acompañada de una persona fija, para que la cuidara y atendiera, atención de Lines Mújica y José Muñoz.
Todas las tardes iba a echar la parrafada con ella mi otra tía Ana María Goti, y ya no me preguntéis, porque no lo sé, se dedicaron a darles de comer a unos gatinos que por la huerta aparecieron. El efecto llamado se activó, y al final había más gatos en la huerta que personas en “Santana”.
Aprovechando las obras de las bodegas de los pescadores, tanto mis hermanos como yo, conseguimos desubicar a todos los felinos. Bueno a todos no, porque quedó uno más negro que el picón, y que les bailaba el agua a las dos primas, por lo que seguía morando por la huerta. Por cierto, las tías le pusieron el nombre de “Gatu”, no perdieron el tiempo, y ahora empieza la historia.
Un día, me apareció por casa un “chimborru” con más “fame” que vergüenza al que dándome pena le di una de las “xardas” que tenía congelada. El pájaro quería comerla, pero estaba demasiado dura y no podía con ella, hasta que aparecieron sus progenitores (creo yo, porque era una pareja), y el padre, un “gaviotón” que más parecía un pavo, de un picotazo partió por la mitad el congelado (me impresionó la fuerza del picotazo), para que la su cría empezara a comer.
A todo esto “Gatu”, que no perdía pistonada, se lanzó sobre el “chimborru”, pero este escapó volando, con lo que el felino no pudiendo hacer nada más se estiró todo escondiéndose el bajo el “muriu”, a esperar su regreso.
La mala suerte fue que no volvió el “chimborru”, sino que lo hizo el gaviotón, al que, intentaba posarse para recuperar el pescado, le saltó “Gatu” intentando cazarlo.
El pájaro reaccionó muy rápidamente aleteando violentamente hacia atrás para intentar escapar, cosa que consiguió, no sin antes lanzarle un picotazo al agresivo “Gatu”, arrancándole una oreja. Y así quedó la historia. ¡Esi “Gatu” ye bobu!
El gato no salía de la huerta, y solo lo hacía en la época de celo de las hembras de su especie, estando algunos días fuera de casa, pero volvía algo más delgado y cansado, pero sin trazas de haber mantenido ningún tipo de lid, o pelea.
Una noche que se montó una buena entre los gatos del barrio, debajo del pasadizo del palacio de Gastañaga que da a norte, me acerque a ver que era ese escándalo (las peleas de gatos son terribles), dándome cuenta que mientras unos montaban la “marimorena”, las gatas andaban medio sueltas, y “Gatu”, agazapado en un rincón y sin moverse, no perdía ripio
Cuando lo conté, todos llegaron a la misma conclusión… ¡Esi gatu ye bobu”!
Pero amigos, cuando las gatas parieron las siguientes camadas y empezaron a aparecer gatinos negros por “Santana” y La Moría.
Desde entonces, cuando alguien me preguntaba por el bobu de “Gatu”, yo contestaba con la mi mejor sonrisa… ¡Si, si… bobu!… Totalmente bobu.
Y es que a río revuelto….
Un abrazo, buena Mar y hasta la vista amigos
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