UN BUEN DÍA DE PESCA EN LA “SANDRA MARÍA”

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-F: Suena el despertador.  Me saca de un profundo sueño, y con solo un ojo, el otro no se ni dónde está, lo miro con todo el odio del que soy capaz, sobre todo, cuando empiezo a darme cuenta de que son las 03:00 horas de la noche más cerrada que recuerdo.

Me levanto suavemente, no quiero despertar a nadie, sobre todo a las nietinas, (porque sabréis que Anabel y yo ya poseemos el gran título de abuelos), y me dirijo a la cocina donde empiezo a preparar un café largo a ver si consigo despertarme. Lo tomo junto con algo de pan y un cachín de embutido que he localizado en la despensa.

¿Qué hago yo en esa situación y a esa hora? ¡Pues sencillo!, ya que me ha dado por salir a la Mar en el barco de Angelín, y como se, porque me lo ha dicho varias veces, que… “Salimos a las 04:00 horas en punto, y si no estás, te quedas…

¡Pues eso! …Y como a mí no me gustan las prisas, me levanto bastante antes para tener  tiempo de sobra.

¡Por cierto! La ducha y la maquinilla de afeitar, ni mirarlas, que no está el horno p´a bollos a estas horas. Ya me ducharé cuando regrese con olor a “mundiate”.

Salgo a la huerta a ver la noche, y decido ponerme camiseta, camisa, jersey, “chaqueta de agua”, calcetines y… ¡Ahí la amolé!…  Por no ir hasta la bodega a por las botas de goma, me calzo los “náuticos” y… ¡Para La Barra! No me acostumbro a llamarle Puerto (ni viejo, ni nuevo), para mí siempre será La Barra.

Todavía no ha llegado nadie, y son las 03:45 horas. Solamente algunos noctámbulos veraneantes que todavía quieren aprovechar el último paseo del día, o alguna pareja de enamorados que no quieren desaprovechar las más oscuras horas de la noche, ya que todo es según el cristal con que… La verdad, y cosa rara en mí, es que no les hago ni caso,  pues pocas ganas tengo de hablar.

Llega Ramón. Embarcamos y al poco tiempo llegan los otros dos y, unos minutos más tarde aparece  el patrón.

Motor en marcha, desmarrar y con un par de suaves maniobras (este puerto se está quedando pequeño en verano), damos la vuelta a la farola y nos dirigimos al Oeste, hacia Cabo Prieto, donde se van a largar las salmoneteras, teniendo por la proa la luz de alcance del “Vendaval” de José Manuel Gutiérrez Meré (“El Belga”), que ha salido un poquitín antes que nosotros.

La Mar está preciosa, tranquila y yo diría que hasta cariñosona, y en el barco empujado por el suave ronroneo de un potente motor que casi no se oye, nos dirigimos hacia la zona donde el patrón tiene previsto armarla. Seguimos navegando, dejando por babor “al Belga”, que un poco más a tierra, ya ha empezado a largar aparejos.

Se empieza a largar el arte, cosa que siempre me sorprende, porque hay que ver con que suavidad y velocidad sale por la popa el aparejo, vigilado por Ramón y Pedro y acompañado por el rítmico golpeteo de los plomos y corchos de las relingas, sobre la tapa de la regala.

Me apoyo en la pared y … ¡Concho, me quemé!… ¡Tío, te has ido a apoyar en la cubierta de la chimenea! … Me dice Ramón… ¡C’ago en mi macho! Podías haberlo avisado antes chachu. Si me quedaba algo de sueño, se me ha ido de inmediato.

¡Ya está, se acabó! ¿Y ahora qué hacemos? Vamos a calar un rato a calamares, a ver si hay suerte mientras viene el alba 

¿Pingo, tienes sibioneras? Me pregunta Ángel. Le contesto que no las he traído, ya que no esperaba que fuéramos a ellos. Me entrega un troye con el aparejo y después de largar un fondeo y boya, pues hay algo de corriente, enciende las luces halógenas, y ahí amigos… ¡Hízose la luz! …Y menuda luz, te dan ganas de ponerte las gafas de sol y darte crema Nívea, pues parece que se ha hecho de día.

Ángel y yo por la banda de babor, y Pedro y Ramón por la de estribor. El otro tripulante se encuevó en la proa y está haciendo “teja” en brazos del simpático de Morfeo.

El patrón sube el primero… ¡Alabado sea Dios! Exclama…  y el segundo, y el tercero. No son grandes, pero sí lo suficiente como para tener que oilu. 

Levanto el primero, y ahí empieza la fiesta. Ángel nos ha colocado encima del bálamu. Los subimos de dos en dos, y ahora si son grandes, sobrepasando el kilo cada uno, son como potas.La luz los llama y los subimos a flote, pues  ves perfectamente como algunos de estos “loligo vulgaris” (vaya manera de llamar al calamar, con lo bien que se ve que es un calamar), vienen siguiendo a los que ya tenemos trabados con el sano fin de depredarlos. Ten amigos para eso.

Por cierto, la palabra calamar proviene del vocablo latino “calamarius”, que viene de “calamus”, que quiera decir “pluma de escribir”. Ya sabéis, por la tinta.

Sigamos. ¿Qué están haciendo los aldeanos de la otra banda? Me pregunta Ángel. No te preocupes que están haciendo una buena faena. Ya casi tienen una caja.

Aparece la embarcación “Petache” con Alberto Rodríguez Santiañez (“Cuchi”) y Cayetano Sobero (“Tanín el Coju”) a bordo. Largan los aparejos y también empiezan a pescar. Por lo que vemos no les va nada mal la cosa.

El espectáculo, que para mí, cuanto más lo veo más me, impresiona. A la luz de los focos, se ven los peces pasar “entre aguas”. Solamente distingo a los mugles (“Mugol provensalis”, toma latinajo) y las agujas (“Belone belone”, otro que tal), que brillan como flechas de plata, cuando se reviran exponiendo a la mirada curiosa del profano, sus planos y límpidos vientres… ¡Vaya frase de novela cursi que he escrito! Parezco Pérez y Pérez. Y de la pedantería que me ha dado por los latinajos… ¿Qué vos parece? Ni que lo estuviera leyendo en la “Enciclopedia General del Mar”.

Viene la luz, Por el Este, una fina línea grisácea, va aumentando poco a poco sobre “la cinta la Mar”, al mismo tiempo que va cambiando sus colores pasando del gris al plata, luego a tonos distintos de rosas, para terminar con una verdadera explosión de rojos, hasta que aparece el Astro Rey. En ese tiempo, la luz que va llegando a los picos del Cordal del Cuera, los pinta de dorado, ofreciendo un espectáculo, que si desde tierra es precioso, desde la Mar y con la perspectiva que lo contemplas, es impresionante.

Los calamares ya no se dejan trabar y empiezan a jugar con las sibioneras. ¡Pican, pero no comen! Por estos motivos, el patrón decide, halar los aparejos y dirigirse hacia la zona donde están unos tresmayos que tiene intención de levantar. En ese momento aparece el barco “Jamaicano” (precioso barco) de Miguel Marinero y comienza a pescar, aunque no sé con qué suerte porque el “Sandra María”, levanta fondeos y abandona la zona.

A bordo llevamos una caja grande llena de ellos, y que no me pregunten cuantos kilos, porque no lo sé, no los he pesado. Yo con tres o cuatro, o cinco o seis, para una buena calamarada en tinta, con arroz blanco o patatas fritas (eso aprendílo en el restaurante del amigo Salero), es suficiente.

La cálida brisa del SO. que nos acompañaba durante toda la noche, ha rolado hacia el NO refrescándose, lo que hace que la mar se vaya levantando y el cielo se cubra con unas nubonas, que nos amenazan con chubascos que no tardan en alcanzarnos.

Comienza el halado de las redes, esperando que suban “el pan nuestro de cada día”, pero por la cara que pone el patrón, me malicio que no va a haber ni para migas.

Lo que si hay de verdad son bogas, y sobre todo patelos. ¡Santa Ana bendita, que patelada!. Vienen a racimos tras los peces que han quedado enmallados. Algunos de estos peces ya están totalmente comidos, quedando solo la espina, y otros partidos a la mitad como si alguien hubiera empleado un cuchillo bien afilado. Hay que ver lo sumamente voraces que son estos “decápodos braquiuros” de la familia de los “portúnidos”. ¿Cómo sus habéis quedado? En fin, a que presumir si lo acabo de leer.  Si no… ¿De qué?

Por cierto, que lo de “portúnidos”, del nombre científico de estos animales, les viene que ni pintiparado, pues oportunistas son como los que más.

¡Aquí hay un cigüa!. Dice Pedro. Por eso no pescamos

¡Ya empezamos! Me defiendo diciendo que los aparejos se largaron antes de yo embarcara, y que nos es culpa mía. Así que cada palo aguante su vela, que no se meta más conmigo, y que me diga donde tiene el bocadillo, que yo no traje.

Por abajo la Mar se pone cada vez más torpona, y por arriba los cielos parecen que abrieron los caños, dejando caer una buena cantidad de agua, que, en mi caso, resbala por la chaqueta, me empapa los pantalones y se recoge y almacena en los zapatos. … ¿Les llamarán náuticos por eso? Mas parecen dos “zodiaces”. Mientras empiezo a notar una cierta cerrazón en la nariz, al mismo tiempo que un encharcamiento en los pies. El primer estornudo y… ¡La pillaste Fernandín!… ¡Tu solín y sin ayuda de nadie!… ¡Listu, que eres un listu!

Vuelven a largar el aparejo y se va a buscar el siguiente. Mientras tanto se baldea y limpia la cubierta largando a la Mar, toda la patelada que embarcamos.

A todo esto, el “Sandra María” no para quieta. Que baile se trae. Pero cada vez me gusta más. Esos cimbreos “náutico-sexis”, son los que muchas veces echo en falta cuando navego por el Mediterráneo. Y no es que ese Mar no se mueva, que a veces lo hace y mucho, pero es otro menein, la ola es más corta y por lo tanto más incómoda al mismo tiempo que te da una paliza de lo más desagradable, pues no es esta ola oceánica que nos aparece por estos lares, y que la ves venir como una masa que parece una pared de agua. Es impresionantemente bonita.

Ahora bien, de toda esta maravillosa descripción, habría que preguntarles a los profesionales de la mar que piensan de ella.

Aparecen los bocadillos, y yo como siempre en la inopia, pero entre un cachín que le cojo a uno, una pizquína que me ofrece el otro y, trae para acá esa lata de bonito a ver a que sabe, aunque esté mezclándola con otra lata de paté, desayuno como un cristiano. La verdad que con amigos como estos la vida no tiene demasiados problemas.

Mientras sigue lloviendo, y yo sigo con el calzado apropiado para tal situación, así que … ¡Ajo y agua! Me ofrecen unas botas de goma, pero por pereza no me las pongo… ¡Listo que es uno!  Decido refugiarme por enésima vez bajo el techado de popa, para poder por lo menos “echar un “pitu”, pero como desde ahí no puedo fisgar nada … así que, el “pitu” a la mar y yo otra vez a remojo… ¡Por cotilla!

Definitivamente no hay suerte con estos aparejos (yo sigo diciendo que no soy “cigüa”), así que se decide ir a levantar las salmoneteras, esperando otra clase de mejor suerte.

Ahí la cosa cambia, no todo lo que Ángel quisiera, pero la cosa se va entonando, pues, aunque de los salmonetes no se puede decir que se estén peleando por subir a bordo, no deja de ser verdad que entre el conocimiento que tiene el patrón de esta agua, y las ganas y el buen hacer de la tripulación, ya no se duda que el jornal vuelve con nosotros a tierra. Grande o chicu… ¡Pero vuelve!

Y en estas condiciones va pasando el día, el sol empieza a ganar su batalla particular con las nubes y el día se va aclarando hasta que empiezan a sobrarme la “chaqueta de agua”, el jersey y analizo si quedarme con la camisa puesta o no.

Me tumbo en la proa contemplando como “trabaja” el tajamar sobre las olas, pero como el sol ya aprieta y la postura y el movimiento no son los más idóneos como para relajar el cuerpo y el espíritu, me dirijo hacia el gobierno para pegar la hebra con el patrón.

Doblamos el “Palu de Póo” y nos encontramos a la vista del Paseo de San Pedro, que desde el mar es espectacular, ya que parece un enorme barco varado, y hasta con una cierta escora., que nos señala la entrada al puerto después de dejarnos ver la preciosa playa del Sablón por la banda de estribor.

Bueno, ya estamos en casa, y se empieza con las faenas de descarga para llevar a La Rula, todo lo “levantado” durante esta jornada, y aunque intento ayudar en lo que puedo, la realidad es que prefieren que deje de “espatuyar”, porque cuando varios intentan hacer lo mismo, la cosa tiende a complicarse, por lo que se decide el que me adelante hasta la “Casa del Mar, y vaya cogiendo mesa.

-C: ¡Ave Maria Purísima! Fijaros en lo que nos trajo la marea, y además con que pinta.

-F: Buenos días.

-T: ¿Buenos días, si ya es de tarde? Bien se te pegaron esta vez las sábanas, que estamos aquí desde las 10 de la mañana.

-P: ¿Qué tal te fue el día por la Mar? No sería muy malo, pues buena bolsa calamares traes.

-F: Si, salí con Angelín y acabamos de entrar.

-R: Entonces acertaste, Batalla os puso encima de ellos. Te voy a coger algunu, que son muchos y luego te nos empachas.

-F: Coger los que queráis, mientras me queden unos cuantos para hacer una buena calamarada en tinta, suficiente.

-C: ¿Qué tomas?

-F: Una cerveza, que traigo la boca de estropajo. Por cierto, quedé aquí con Ángel, Pedro y el resto, para tomar unos cacharros, pero decirles que me fui para casa, que ya nos veremos por la tarde en la bodega.

-T: Cansa la Mar… ¿Eh mocín?

-F: Más que cansancio, es que se me cierran los ojos, así que a “echar la paila”, y más tarde será otro día.

-P: Pues nada a descansar, y conmigo, por lo menos, ya nos veremos mañana.

-F: Eso está hecho.

Un abrazo, buena Mar y hasta la vista, amigos.

Fernando Suárez Cué

Imagen del barco ·Nuevo Sandra María ·: Valentín Orejas

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