VILLA ESTHER | LA FORTUNA QUE VINO DEL MAR

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Florencio de la Fuente Cabrales, hijo de Pedro de la Fuente Cue, militar laureado, y de Benita Cabrales, nació en Quintana (Posada) en el año 1869. 

A los 16 años emigró a México, y al parecer trabajó en las empresas de los Hermanos Romano, a la que su familia estaba muy vinculada por lazos de amistad, siendo su hermano Eutiquio ahijado de don Román Romano. 

Después, se independizó logrando amasar una gran fortuna.

A su regreso a Llanes, además de presidir el Casino, acudía habitualmente a las tertulias de “La Tijerina”, donde destacaba como buen conversador y narrador de anécdotas, chascarrillos y cuentos, ora de México ora de su parroquia de Posada. 

En la villa, construyó un palacete,  en el que destaca una balconada semicircular, al que bautizó como“Villa Esther”, en homenaje a su esposa, Esther Bulnes Trespalacios.

Más tarde, tuvo que venderlo al perder parte de su fortuna a consecuencia de la quiebra de un banco.

Murió en Llanes el 7 de julio de 1929, y su esposa 38 años más tarde, en 1967.

Afortunadamente, Villa Esther tendría un bonito destino, ya que se establecería en el mismo el colegio de la comunidad de religiosas de las Reverendas Madres Franciscanas bajo la advocación de la “Divina Pastora”. Este colegio, que se abrió en 1896, tuvo su primera sede en la antigua casa de Lamadrid, en la calle Mayor esquina a la plaza de Santa Ana, donde había tenido un modesto escuelín Carmen Mijares, que se tuvo que trasladar al Cueto.

Las religiosas trajeron un plantel de profesores de extraordinaria capacitación y dieron comienzo a su labor docente con mucho éxito.

La enseñanza estaba dividida en clases, se organizó la de párvulos y la primera enseñanza con sus respectivos grados. En poco tiempo, se vieron obligadas a establecer un internado, porque de Potes a Infiesto acudían alumnos. De año en año fue mejorando el colegio, reformado el edificio, ampliando aulas y dotándolo de material pedagógico. Los exámenes anuales ponían de manifiesto el aprovechamiento de los alumnos; y las veladas artísticas constituían un atractivo, y a ellas eran invitados familiares y personalidades de la villa.

Y así años y años, hasta que las leyes de la República pusieron en peligro su continuidad. Situación que se vio agravada en la Guerra Civil, teniendo las madres franciscanas que abandonar el edificio. Tras finalizar la contienda, se vuelven a establecer ya en el espacioso chalé  de la Avda. de la Paz. Pasado el tiempo se alzó, sobre el huerto de frutales que le rodeaba, el resto del conjunto escolar que conocimos.

Y durante 115 años miles de niños llaniscos pasamos por sus aulas.

En junio del año 2009 cerró sus puertas. 

Fuente, “El Oriente de Asturias”

 

Imágenes, Miguel Martín, Valentín Orejas  y Colegio Divina Pastora Llanes

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