La plaza de Nueva recibe el nombre del polígrafo Gumersindo Laverde Ruiz y en una esquina de ese ágora se encuentra una fuente presidida por una placa de mármol en la que se puede leer que las obras fueron costeadas a expensas de Andrés del Río Pérez hace ahora 130 años, en 1893. Fue Andrés un nuevense que emigró a Cuba, logró hacerse rico y no se olvidó de su tierra. Con dinero traído de América promovió en su pueblo una traída de aguas desde el Argayu hasta un venero a más de un kilómetro del manantial.

   Andrés del Río Pérez nació en Nueva en 1840. Era hijo de Manuel del Río Valle, capitán de Infantería, y de María Pérez Urioste, miembro del clan que regentaba la fonda y tienda conocida como ‘La Vizcaína’. Andrés estudió Comercio en Santander en los años 1856 y 1857. En 1858 salió desde Gijón, rumbo a La Habana, a bordo del ‘Jovellanos’, un vapor mercante en el que padeció un viaje arriesgado, largo y penoso.

    Su primer empleo en La Habana, ya al día siguiente de desembarcar, fue en el sector de la madera, bajo la disciplina de su tío Andrés Pérez Urioste. Formó parte de la empresa ‘Gallart y Cía’ hasta su disolución en 1867. Protegido por Alonso Álvarez de la Campa, persona notable en la colonia asturiana, emprendió por cuenta propia negocios relacionados con el ramo de la madera, hierros, yesos y cerámica. Un desgraciado día, en pocas horas, un incendio destruyó por completo su empresa. En 1876, ya recuperado del golpe, prosperó en el ramo de la construcción civil al levantar el edificio de la Aduana y el Hospital ‘Reina Mercedes’. En 1889 era Consejero del Banco Español y durante años fue vocal de la Sociedad de Beneficencia Asturiana, del Casino Español y del Centro Asturiano. A la edad de 56 años falleció Andrés en La Habana el 5 de octubre de 1895. Su entierro en el cementerio de Colón resultó multitudinario y recordado durante años.

    El poeta Amable González Abín coincidió en La Habana con Andrés y nos contó que el empresario acogía generosamente a los vecinos que llegaban a la capital de la isla. De hecho, cada domingo convidaba a los llaniscos a comer garbanzos con pantruque en su casa del Paseo del Prado. Su domicilio era punto de reunión en el que se recordaban costumbres y tradiciones asturianas. Además, de protegido paso a protector ya que decenas de nuevenses emigraron a Cuba con su respaldo y aliento.

    Andrés viajó a Nueva en 1892 para abrazar a su madre y visitar a familiares y amigos. Volvía rico, adinerado, millonario, y se propuso llevar el agua desde el Argayu hasta la plaza del mercado. Regresó a Cuba un año más tarde, en 1893, y la obra ni siquiera había comenzado. Eso sí, había dejado el dinero del coste total de la obra en poder de su cuñado Bernardino Díaz. El problema residía en que algunos vecinos del barrio ‘Llende el ríu’, hoy Triana, argumentaban que las vacas se iban a quedar sin agua en la zona de captación. Intervino el Ayuntamiento, que pidió informe al concejal del Valle, llegaron denuncias al Juzgado, y aunque la placa diga otra cosa la inauguración oficial de la fuente se produjo un año más tarde, en octubre de 1894.

      Entre el púbico asistente a la inauguración se encontraban dos gigantes de las letras llaniscas, los poetas Amable González Abín y Pepín de Pría. El pintor Jesús Palacios de la Vega (1917-2011), que había nacido en Nueva, dibujaba de memoria esa fuente decenas de veces al año.

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