Cada vez que, tras pasar la Playa de San Antolín, veo Picos de Europa me viene a la cabeza, como si de un reflejo de ellos se tratara, esa suerte de montaña submarina de enorme proporciones que a poco más de medio centenar de kilómetros de nuestra costa se eleva bruscamente, casi en vertical, desde las profundidades hasta los 425 metros de su cumbre, formando una de las mayores pendiente del planeta.
Esos “Picos de Europa del Mar”, que por su diversidad biológica son Área Marina Protegida y Zona Especial de Conservación, fueron descritos por primera vez, a mediados del siglo pasado, por el investigador francés Eduardo Le Danois que les dio su propio nombre; sin embargo, previamente ya habían sido descubiertos por pescadores asturianos que lo bautizaron como el Cachucho, por la abundancia de esa especie de pez.
Además, de la palometa roja, de crustáceos únicos y ser de las zonas del mundo donde se hacen más capturas de calamares gigantes, en ese paraíso bajo el mar encuentran refugio, disponibilidad de alimento y dinámica corriente, más de 550 especies, entre las que se encuentran: atunes, rayas, rapes, bacaladillas, barbadas, tiburones peregrinos, gallos, besugos,sables, cabras, quimeras y también los curiosos peces llamados relojes anaranjados, cuya cabeza es como de cristal y que viven más de cien años.
Asimismo, la estructura rocosa de esta increíble montaña sumergida permite el asentamiento de organismos fijos al fondo del mar, como corales de aguas frías, corales solitarios, esponjas y preciosas gorgonias que forman coloridos abanicos.
También este oasis de vida, que parece estar hecho con material de los sueños de Darwin y Cousteau, es frecuentado por delfines comunes mulares y listados, calderones, cachalotes, marsopas, sin faltar el esquivo y chato zifio de Cuvier. Tampoco olvidan pasar por allí en primavera y verano, siguiendo la corriente deL Golfo, la vulnerable tortuga boba, y en otoño la tortuga laúd.
Y por si fuera poco, la sobrevuelan en sus migraciones, atraídas por su riqueza, entre otras aves: alcatraces, pardeLas cenicientas y sombrías, paíños, charranes comunes y del Ártico y hasta las simpáticas alcas que se asemejan tanto a los pingüinos.
Y por si lo anterior no fuera suficiente, el filólogo y pre-historiador Jorge María Ribero-Meneses, en su libro “La Atlántida al fin al descubierto” sitúa en esa zona marina frente a las costas de Ribadesella y Llanes, que llamamos el Cachuchu, la mítica isla Atlante.
Maiche Perela Beaumont
Artículo publicado por “El Oriente de Asturias” en el año 2012.
Imagen, Ángel Batalla con un calamar gigante.
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