| Por Guillermo Fernández Buergo
 
En la mañana de un día como hoy de hace cien años había tremenda animación en el puerto de Santander. Decenas de hombres y mujeres tomaban el vapor Santa Isabel que les iba a trasladar a Cádiz, para desde allí coger un transatlántico con rumbo a Argentina. Tres días más tarde, en la madrugada del 2 de enero de 1921, el Santa Isabel se hundía frente a la isla de Sálvora, a la entrada de la ría de Arousa, y fallecían 213 personas de las 269 que iban a bordo. Entre los muertos había dos llaniscos: Juana Campo y Rafael Puertas, vecinos de Rales, y dos cabraliegos: Antonio Lorido y Vicente López, de Sotres. Por verdadero milagro, no la tenía allí, Federico del Valle, también natural de Sotres, se libró de ser víctima del naufragio porque el día en que el Santa Isabel entró en Santander (30 de diciembre de 1920), reclamó y recogió el importe de su pasaje, que había abonado con antelación.
El Santa Isabel se había construido, entre 1914 y 1916, en los astilleros gaditanos de Matagorda. Tenía 89 metros de eslora por doce de manga y desplazaba 2.500 toneladas. Contaba con dos calderas de carbón y estaba equipado con velas para aprovechar los vientos. Su capacidad máxima era de 460 pasajeros y 84 tripulantes. Incluía ocho botes salvavidas con capacidad para 390 personas. Empezó a navegar como buque correo de la Compañía Transatlántica Española y cubría la línea Bilbao, Cádiz, Canarias y la isla de Fernando Poo, en la por entonces Guinea Española. Pero, como entre 1857 y 1935 emigraron 2,5 millones de españoles a Argentina, la compañía cambió el uso del Santa Isabel, que comenzó a ser utilizado como barco de cabotaje realizando la línea Pasajes, Bilbao, Santander, La Coruña, Villagarcía y Cádiz, donde la carga y los pasajeros se transbordaban a los transatlánticos Infanta Isabel de Borbón y Reina Victoria Eugenia, que cubrían la ruta hacia Argentina.
El barco que tomaron en Santander los llaniscos Juana y Rafael y los cabraliegos Antonio y Vicente, llegó a La Coruña el 31 de diciembre de 1920, en plenas celebraciones de Nochevieja, cargó más pasajeros y mercancía y a mediodía del 1 de enero partía hacia Villagarcía de Arousa. Llovía con fuerza y soplaban fuertes vientos a medianoche tras doblar Finisterre. Ante la imposibilidad de orientarse mediante los faros de Corrubedo y la isla de Ons, que delimitan la entrada a la ría de Arousa, el capitán, Esteban García Muñiz, redujo la velocidad y tomó precauciones. Ordenó a los pasajeros que se retiraran a sus literas y a la 1.30 horas de la madrugada del 2 de enero de 1921, el Santa Isabel impactó en los bajos de Meixide, a solo unos 200 metros de la isla de Sálvora. Las rocas abrieron brechas definitivas en el casco del buque. Se lanzaron al agua dos botes de salvamento que se estrellaron contra las rocas causando la muerte a todas las personas que iban a bordo.
Por aquellos días, en Sálvora vivían 54 personas y el farero, pero en esos momentos apenas quedaban 25, en su mayoría mujeres y niños. El resto de la población se encontraba celebrando las fiestas de Nochevieja y Año Nuevo en las parroquias costeras de Aguiño y Carreira. El farero se enteró del naufragio por los ladridos de su perro y avisó a los lugareños, quienes participaron en el rescate desde pequeñas embarcaciones. Las mujeres de Sálvora fueron las principales heroínas. Tres de ellas, Josefa Parada, Cipriana Oujo Maneiro y María Fernanda Oujo, de 25, 16 y 14 años, respectivamente, rescataron con vida a unas 25 personas por lo que recibieron la Cruz de Tercera Clase y la medalla al Salvamento Marítimo. De las 269 personas que el Santa Isabel llevaba a bordo, 185 eran pasajeros y 84 tripulantes. Los fallecidos fueron 213. En las frías aguas atlánticas del mes de enero concluyeron las ilusiones de una mejor vida en la emigración a Argentina para dos llaniscos y dos cabraliegos. Eso sucedió hace cien años y ningún recuerdo queda de su paso por esta comarca. Todos los cadáveres fueron enterrados en cementerios locales. Las fotografías adjuntas nos muestran al vapor Santa Isabel y a las tres mujeres galardonadas por su participación en el rescate.
Saludos cordiales.
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