El pailebote “Amada” zarpó de Gijón para la Villa de Llanes con cargamento de carbón y cajas de botellas. En la noche del lunes, cuatro de abril, a la altura de Ribadesella, el buque fue sorprendido por una galerna. Luchó durante varias horas para alejarse de la costa, pero no lo pudo conseguir a causa de los fuertes vientos y corrientes.
A la mañana siguiente, el capitán trató de arribar a nuestro puerto acercándose a la cueva de San Antón con inminente peligro de que la embarcación fuera destrozada contra las rocas y perecer la tripulación que, además del capitán, estaba formada por su hijo y un marinero.
La noticia de la difícil arribada corrió como la pólvora por la villa acudiendo el vecindario al lugar del inminente naufragio y prestar los auxilios necesarios que demandaban los tres tripulantes extenuados para ejecutar las precisas maniobras. Varios marineros se dirigieron al buque en una lancha y varios botes, con grave peligro de sus vidas, consiguiendo colocar un cabo en la Punta del Caballo y otro en San Antón para que la gente de tierra pudiera remolcar el buque, ya casi tocando las rocas.
Decenas de personas se veían asidas a los cabos, viejos y niños, mujeres y hombres. Allí, estaban, miembros de los carabineros, Manuel Cue Herrero, Celestino Quesada, Aniceto Romano, Rafael Jardón, Francisco García Ruenes, Manuel Romano, Juan García Mijares, Martín Bustillo, Domingo Sordo, Antonio Escudero y otros muchos. En pocos momentos, el buque es introducido hacia Entremuelles sin sufrir averías de consideración.
Manuel Peláez Estasén, que desde su casa había presenciado el suceso, manifestó el deseo de que condujesen a su presencia al muchacho, hijo del capitán, que permanecía casi sin ropa y aterido de frío en la cubierta del buque
Fuente e Imagen, “El Oriente de Asturias”
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