Cuenta Manuel García Mijares que la lancha destinada para la Salea tenía que ser al par de ligera, de gran porte, para que pudieran colocarse en su popa de doce a dieciséis mujeres, mitad casadas y mitad solteras, elegantemente ataviadas, y con libertad bastante para manejar sus panderetas, dos capitanes, mozos gallardos, uno a cada extremo de la embarcación, portadores de banderas blancas de cinco metros de largo cada una. Además, de un patrón encargado del timón, y 12 o 14 remeros, todos de gala con pantalón blanco y camisa del mismo color.
Imagen, “El Oriente de Asturias”