REDERAS | por Guillermo Fernández Buergo
Los barcos pescan con redes y esas redes acostumbran a repararlas unas mujeres conocidas como rederas, el sector más desconocido de la actividad. En enero de 2011, vamos camino de los diez años, en una minúscula caseta del puerto de Lastres, vi trabajar en ese segmento a Teresa Costales Obaya ‘Teté’, hermana de un buen amigo y esposa de un patrón de pesca. Teté no solo cosía para el barco de su marido, lo hacía también para embarcaciones de todos los puertos del Cantábrico, Llanes incluido. Se dedicaba profesionalmente a ello. Se me ocurrió preguntarle cómo veía el futuro del sector pesquero y sin levantar la vista de su labor contestó: «Al pescador le dicen lo que tiene que pescar, mientras que a un carpintero nadie le impone el número de puertas o ventanas que puede hacer. Y por si eso fuera poca cosa, el pescador ni siquiera tiene garantizado un precio mínimo de venta por las capturas que realice». Certera respuesta, pensé.
Le pedí a Teté que me explicara lo que era una redera, en qué consistía su trabajo. Y esto contestó: «Somos trabajadoras autónomas del Régimen Especial de la Mar, como los mariscadores de a pie. Estamos subvencionadas por el Instituto Social de la Marina y pagamos una cuota de 168 euros al mes. Reparamos redes de cerco, volanta, miños y rasgos y nos jubilamos a los 65 años». También quise saber dónde se aprende a reparar redes. En el caso de Teté «en un curso que impartió el Ayuntamiento de Colunga en colaboración con el Programa Leader». Aunque donde más se aprende «es al estar en contacto con jubilados de la mar», matizó.
En cuanto a mi curiosidad por saber el número de rederas operativas en el Cantábrico, me aseguró la llastrina que «en Asturias somos 32 rederas dadas de alta pero solo trabajamos diez. En Galicia hay más de 700 y en el País Vaco superan el centenar». En relación al salario que perciben, me explicó que «en la reparación de redes de cerco se trabaja por horas y cobramos a seis euros la hora, mientras que las rederas vascas perciben ocho por el mismo tiempo. En el resto de las artes cobramos por pieza y salimos mucho peor». Y a la hora de saber para quién trabajan, me adelantó que «la mayor parte de los encargos son para volanta, miños y rasgos y en ese segmento recibimos encargos de todo el Cantábrico». «En Asturias solo hay cuatro barcos que se dedican al cerco, sardina, chicharro y caballa, y las rederas de Lastres somos las únicas que cosemos ese arte», concluyó.
Decía Teté que tienen que estar en guardia permanente: «Resulta frecuente que haya barcos que rompen las redes y nos avisan a las nueve de la noche para reparar de urgencia con vistas a salir a la mar al día siguiente. Viajamos ocho personas en autobús a Avilés, llevamos todos los artilugios y el armador nos paga la manutención para pasar allí todo el día». Y al querer saber por qué rompen las redes, me enteré de que «hay varias causas: engancharse en la hélice, arrastrar por el fondo marino, desplazamientos de las corrientes, así como golpes con troncos o boyas de otros aparejos», detalló la llastrina.
Unas almejas a la marinera y una merluza a la cazuela nos esperaban aquella fría mañana de enero de 2011 en el acreditado restaurante Casa Eutimio, de Lastres, y a Teté Costales solo me restaba preguntarle si habría relevo generacional en el gremio de rederas. Y esta fue su contundente respuesta: «Hay que estar muy desesperada para trabajar en este oficio, salvo que orientes la actividad como una ayuda, nunca a título principal. Tras quitar gastos, al mes te quedan de 700 a 800 euros y en la pesca hay muchos meses muy malos. Trabajamos para un sector muy castigado y en ocasiones cobramos cuando el barco nos puede pagar».
Media hora más tarde de haberme despedido de la encantadora Teté Costales, saludaba al afable Eutimio Busta, uno de los siete hombres más corteses de Asturias, y en su restaurante me enfrentaba a un extraordinario condumio marinero en compañía de José Costales, el hermano de Teté, y de Desiderio Díaz, el hombre que más sabe de bolos en esta tierra llamada Asturias, donde los lugareños beben vino de manzana y calzan zapatos de palo.
La primera fotografía es obra del parragués Xuan Cueto y a la derecha aparece Teté Costales, en julio de 2019, enseñando la profesión de redera. La segunda fotografía es de enero de 2011, la tomó Guillermo Fernández Buergo el día que conoció a Teté en Lastres y se dio un suculento banquete marino en compañía de José Costales y Desiderio Díaz. Llegado a este punto debo decir que en Casa Eutimio siempre comí de forma deliciosa, espléndida. Saludos cordiales.
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