Se me quedaron “los ojos como platos”al leer que existió en Llanes una fiesta en honor de Santa Mónica. Así que extrañada de que nunca hubiera oído hablar de tal celebración, recurrí al considerado el primer historiador de Llanes, Manuel García Mijares, y aunque recogía que tenían lugar en el Concejo 81 romerías, que con los domingos, las fiestas de precepto, las del sacramento, las ferias y los mercados, que también servían de romerías, suponían la mitad del año destinado a la holganza y el divertimiento, no hacía referencia alguna a un día dedicado a la madre de San Agustín.
Entonces, acudí a Fernando Suárez Cué que, como muchas veces, me sacó de dudas averiguando que durante un tiempo hubo una fiesta religiosa, no popular, dedicada a esa santa, patrona de las madres en apuros.
Interesada en saber más, seguí indagando y me enteré de que el origen de esa celebración fue un suceso que tuvo lugar justamente el día de Santa Mónica, el 4 de mayo de 1801, y del que los llaniscos se sentían muy orgullosos: haber logrado repeler la incursión de un corsario inglés.
Ciertamente, en esa fecha, un bergantín, que salió de Londres armado con 20 obuses y 90 tripulantes, parte ingleses y parte portugueses, tenía la intención de abordar a un patache, que se hallaba al abrigo de la batería que defendía la entrada de nuestro puerto, y hacerse con él, y seguramente con algo más.
Como distracción y engaño, el barco pirata se fue aproximando enarbolando bandera anglo-americana, ocultando su artillería y mandando por delante a una barca de pesca de Llanes, que para tal fin había apresado horas antes, tripulada por 8 piratas, disfrazados con las ropas de los pescadores, y 20 más ocultos en la embarcación.
Todo seguía el plan previsto hasta que el vigía, hombre muy entrenado y capaz, sospechó del bergantín y alertó al vecindario de Llanes que, acostumbrado a hacer frente a los ataques piratas, se precipitó con sus armas a las playas y costa.
Además, casualmente, se encontraban en la Villa, de paso para la Coruña, soldados de artillería, un importante refuerzo para los encargados de guarecer la batería del puerto, que comenzaron a disparar con tan buena fortuna que al primer tiro de cañón atravesó de parte a parte la cámara del buque pirata.
Temiendo mayor estrago la embarcación corsaria viró y se retiró en vergonzosa huida, no sin antes disparar una andanada de estribor con bala y metralla contra el pueblo de Llanes, causando daños en el tejado de la capilla de Santa Ana y en una casa particular.
Releo lo escrito, y me viene a la cabeza aquello que escribió Baltasar Pola a propósito de la gran cantidad de santos que tenemos en la Villa: “es más fácil que pase la aguja del Guruñu por el ojo de la cueva del Taleru, que el que un llaniscu entre en el infiernu”.
Maiche Perela Beaumont
Fotografía: Valentín Orejas
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